Según la Organización Mundial de la Salud, los trastornos de ansiedad son la enfermedad psiquiátrica de mayor prevalencia actualmente. En España, este tipo de patologías afecta a un 20 % de la población adulta.

La ansiedad es un mecanismo emocional cuyo rol fundamental es la defensa, adaptación y anticipación de potenciales peligros. Por tanto, la ansiedad, así definida, no implicaría ningún problema para la salud; no se define per se como algo patológico. El problema se origina cuando la ansiedad, en vez de salvaguardar al individuo frente a un peligro potencial, lo inmoviliza frente a estímulos cotidianos e inofensivos. La ansiedad es patológica cuando se presenta con un nivel exagerado de intensidad o ante situaciones no adecuadas y, por lo tanto, hablamos de la ansiedad como trastorno cuando ésta empieza a afectar negativamente a nuestra vida cotidiana.

El ritmo acelerado, exigente y competitivo de las sociedades occidentales actuales se desvela, sin duda, como una potencial fuente generadora de situaciones ansiógenas. Se espera de nosotros que obtengamos el éxito en cualquier ámbito de la vida, no únicamente en el terreno académico-laboral, sino también en lo personal. A diario somos testigos, al leer el periódico o escuchar las noticias en radio o televisión, de acontecimientos que reflejan la complejidad de la crisis socioeconómica que atravesamos, y resulta inevitable plantearse la repercusión que esto puede tener sobre tantas personas.

A consecuencia de la crisis económica, son muchos los que han perdido sus puestos de trabajo y han visto como todo aquello que les sostenía se rompía. La pérdida del trabajo ha dificultado que puedan mantener a sus familias, que hayan perdido sus viviendas, sus propiedades y, en definitiva, el estilo de vida y el estatus que tenían con anterioridad, facilitando por el contrario la aparición de sentimientos de desprotección y de peligro.

Todos estos cambios exigen una gran capacidad de adaptación, tolerancia a la incertidumbre y tolerancia a la falta de control, capacidades sin las cuales el individuo puede verse desbordado por la situación, pudiendo padecer mayores índices de ansiedad o incluso desarrollando otros trastornos psicopatológicos derivados,y disminuyendo, por tanto, la probabilidad de alcanzar «el éxito».

Frente a tales circunstancias, resulta interesante recuperar los conceptos de vulnerabilidad psicosocial y de resiliencia.

La vulnerabilidad psicosocial es definida como un «proceso multidimensional que confluye en el riesgo o probabilidad del individuo, hogar o comunidad a ser herido, lesionado o dañado ante cambios o permanencia de situaciones externas y/o internas». Relacionando el concepto específicamente con el tema que tratamos, vendríamos a referirnos a cómo algunos individuos y comunidades son más vulnerables que otros a desarrollar trastornos psicosociales como pudieran ser las adicciones, la delincuencia o el inadecuado manejo de las emociones. Hablamos de seres humanos y, por lo tanto, en términos de relatividad, y es labor del profesional de la salud detectar en qué grado esta vulnerabilidad se encuentra presente en el paciente que tiene delante y qué tanto le afecta la situación que está viviendo para poder aplicar el tratamiento más adecuado y de la forma más eficaz posible.

En este sentido, es importante trabajar desde la prevención, y ahí es donde entra en juego el concepto de resiliencia. La resiliencia es esa actitud que encontramos cuando la persona es capaz de resistir y sobreponerse con rapidez a las adversidades y situaciones extremas, como lo son las que genera el actual contexto de crisis socioeconómica. Cuando hablamos de resiliencia, nos referimos básicamente a «fortaleza» y a cómo nuevos aprendizajes pueden permitirnos adquirir herramientas adecuadas para enfrentarnos con éxito a la adversidad. Facilitar que la persona adquiera tolerancia al cambio, técnicas de afrontamiento y/o aceptación de los eventos negativos, ayudará a crear una actitud resiliente y, por tanto, más resistente frente a la adversidad. Y si además, llevamos a cabo este proceso en plena formación de la personalidad y de forma generalizada entre la población, favoreceremos no sólo una actitud de mayor resistencia en el individuo particular, sino también el crecimiento de una sociedad mucho más resiliente en términos generales.

Desde la psicología positiva, se considera que la persona es activa y fuerte, con una capacidad natural de resistir y rehacerse a pesar de las adversidades. Se defiende el postulado que considera que la persona que se enfrenta de manera positiva a las situaciones de la vida, las gestiona mejor; aplicando dicho postulado a nuestro caso, estas personas desarrollarían en menor medida trastornos de ansiedad.

Es evidente que el actual contexto de crisis socioeconómica ha supuesto un fuerte impacto en la sociedad occidental y que ello genera, y generará, un aumento en el número de personas que padecen trastornos de ansiedad (con la paradoja de disponer, por causa de la propia crisis, de menos recursos para tratarlos). El reto es enorme, pero de igual forma que debemos favorecer la prevención y la psicoeducación en pro de la resiliencia entre los pacientes, especialmente entre aquellos que presentan una mayor vulnerabilidad psicosocial, los profesionales de la salud también debemos ser capaces de adaptarnos a la situación…, y afrontar el reto.


María Andrés
Col. 13928


Bibliografía

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