"Cada
palabra, expresión facial, gesto o acción por
parte de un padre le da al niño un cierto mensaje sobre la
autoestima."
Virginia
Satir (1976; 54)
Históricamente, la mirada sobre los
modelos educativos familiares y su repercusión en la salud
mental se ha puesto en los problemas psicológicos causados
por estos modelos. Desde la “histeria” y la
agresividad, que han sido relacionados con estilos represivos y
autoritarios, hasta el fenómeno “nini”,
resultado de la idea de evitar el autoritarismo de la
generación anterior, optando porque el niño se
autogestione instintivamente.
Este artículo pretende poner la mirada en la
parte funcional de la familia: en cómo los padres eficaces
en la crianza positiva de sus hijos realizan funciones de
nutrición afectiva por medio del amor complejo (Linares,
2012) y transmiten un modelo de relación interpersonal que
desarrolla la inteligencia emocional, atendiendo al modelo que entiende
la inteligencia emocional como una habilidad (Mayer y Salovey, 1997).
Una de las aspiraciones de los padres para sus hijos es que
tengan suficientes habilidades para lograr el éxito o la
felicidad. El concepto que se tenía de un niño
inteligente en la escuela tradicional, era de aquel que dominaba los
contenidos curriculares: matemáticas, lenguas antiguas,...
Después se identificaba un niño inteligente con
el que obtenía mayor puntuación en los test de
cociente intelectual, ya que el que mayor puntuación
obtenía mejores eran sus calificaciones. En la actualidad
estas ideas se tambalean por dos cuestiones:
- Para conseguir el
éxito profesional no basta con la inteligencia
académica, sino que es imprescindible tener habilidades
relacionales que nos allanen el camino para el trabajo, sobre todo si
este es en equipo, tales como la empatía, la
gestión adecuada de las emociones y la capacidad de
reparación emocional. (Fernández-Berrocal y
Extremera, 2002).
- Un alto cociente intelectual
o la formación académica no son suficientes para
tener éxito o felicidad en la vida. (Waldinger, 2016).
Linares et al (2015) nos dicen que la parentalidad
tiene dos funciones básicas: la socialización, en
sus vertientes de protección y control, y la
nutrición emocional, en cuanto a
las conductas que expresan
reconocimiento, valoración,
amor y ternura; estos últimos elementos cognitivos
y emocionales de la parentalidad constituyen el apego seguro
(Ainsworth, 1979).
Por otro lado, los estudios sobre estilos parentales
(Paquette, Bolté, Turcotte, Dubeau y Bourchard, 2000)
identifican los patrones educativos predominantes, que Marina (2010)
esquematiza en dos ejes: Exigencia-Permisividad, Frialdad-Calidez,
dando como resultado los estilos Autoritario (Exigente y
Frío), Negligente (Permisivo y Frío), Permisivo
(Permisivo y cálido) y Responsable
(Exigente-Cálido).
Cuadro 1. Ejes
de los estilos educativos (Marina, 2010).
El estilo Autoritario es controlador, muestra poco afecto,
exige perfección y no admite fallos, llegando a ser hostil y
degradante; los hijos no desarrollarán adecuadamente la
autoestima ni la competencia social, suelen ser impulsivos y agresivos,
obedecen pero no colaboran proactivamente y muestran poca tolerancia
tanto a la frustración como a los errores de sus iguales. La
cinta blanca (2009) de Haneke es un buen ejemplo.
Los padres Negligentes se caracterizan por la baja
disciplina, poca exigencia y escasa comunicación,
así como por la frialdad emocional, no imponen
límites sino que se inclinan a dejar que los hijos hagan lo
que desean ya que su vida es tan estresante que no tienen
energía suficiente para conducirlos o atender sus
necesidades; la vivencia de los hijos es que poseen completa libertad
para seguir o no las instrucciones de sus padres, carecen de afecto y
en general están desantendidos. Podemos ver un ejemplo en la
película Talullah (2016), de Sian Heder.
Los padres Permisivos son sobreprotectores, poco
controladores, vagamente afectuosos y escasamente comunicativos. Los
hijos son vitales, sociables, con una gran autoestima, pero inmaduros,
impulsivos y con escasa motivación para el trabajo o la
colaboración. La serie The Slap (2015) muestra los
conflictos en una familia extensa por los efectos de este
tipo de educación.
Los padres Responsables son afectuosos, comunicativos,
razonablemente exigentes y asertivamente controladores. Los hijos
poseen una buena autoestima y competencia social,
mostrándose autónomos, autocontrolados,
están motivados para las tareas y encuentran compensaciones
en los planes de futuro. Los hijos de los Stark, en la serie Juego de
Tronos (2011), son un buen ejemplo.
Los estudios de Ruvalcaba, Gallegos, Robles, Morales y
Gónzalez (2012) y de Ramirez- Lucas, Ferrando y Sainz (2015)
encuentran que tanto los estilos parentales como la inteligencia
emocional de los padres influyen en el desarrollo emocional de los
niños. Existe una relación directa entre el
estilo parental responsable (o democrático) con
una mayor inteligencia emocional de los padres, y a su vez con una
mayor regulación y percepción emocional.
También con un mejor estado de ánimo y un mejor
manejo del estrés de sus hijos. Esto favorece el desarrollo
de mejores habilidades emocionales en los hijos, a través de
la facilitación. Dicha facilitación
necesariamente implica un nivel de comunicación adecuada a
nivel afectivo, como sugieren teóricamente Alegre (2011),
Cuervo (2010) y Páez et al (2006).
También el estudio de Muñoz (2014), da
apoyo empírico a la relación entre la
inteligencia emocional de los padres y el desarrollo de la inteligencia
emocional de sus hijos, indica que hay una correlación
lineal positiva entre los factores reparación y claridad de
los padres con la capacidad de los hijos para identificar y expresar
los estados emocionales, seguir las normas y la frecuencia con la que
expresan alegría. Asimismo, hay una correlación
lineal positiva entre el factor de reparación emocional y la
resolución de conflictos de los hijos. La frecuencia con la
que se enfadan los niños tiene una significativa
correlación lineal con el factor de atención
emocional de los padres.
Para tener una vida saludable y feliz, lo importante es
desarrollarse, aprender a aprender, ser consciente y
crítico, tener relaciones cercanas de calidad, y no tanto el
logro de metas, el cumplimiento de evaluaciones o el obedecer sin
rechistar: por tanto, en el ámbito educativo, la
educación ha de ser vista como un proceso interno y no como
un adiestramiento por objetivos. Dentro del ámbito educativo
estos estudios nos aportan por un lado un espejo donde el profesorado
puede intuir que su propia inteligencia emocional tiene una influencia
importante en el desarrollo de las habilidades emocionales de sus
alumnos y que igual de importante que la lección,
será tener la formación adecuada para
enseñarles a dialogar para resolver conflictos, crear un
clima favorable para expresar las emociones, sentimientos de forma
asertiva y así contribuir en el desarrollo integral de los
menores, y por otro, que es necesaria la implementación de
programas de educación emocional para padres, y
así posibilitar una intervención más
eficaz en el marco familiar con efectos positivos en el desarrollo
personal de sus hijos.
En consecuencia, intervenciones terapéuticas como
las propuestas por la terapia Lizeretti (2012), basada en la
inteligencia emocional o por Linares (2012) y Laso, Medina, Laso y
Hernández (2014) más centradas en las habilidades
emocionales de la familia, son importantes para transformar a los
padres de familia en padres responsables y democráticos, que
son conscientes de sí mismos, de sus emociones, y saben
gestionarlas para cambiar y lograr así que sus hijos cambien.
También podemos concluir que el
psicólogo de cualquier ámbito ha de tener
presente la importancia de empezar a dar más cabida a las
emociones y a su manejo inteligente en los procesos de cambio, debido a
las consecuencias que estas tienen para la salud mental individual y
colectiva.
La relación entre el estilo de crianza y la
inteligencia emocional aporta a la familia una orientación
clara de hacia dónde deben dirigirse en el cuidado de los
hijos, la inteligencia emocional puede trabajarse desde el momento de
nacimiento del niño: ejercer un estilo de crianza
responsable tiene un efecto directo en la salud emocional y en la
futura felicidad de los hijos. Con la consciencia de que el cuidado
empieza en uno mismo, y que en la medida en que los padres desarrollen
su inteligencia emocional, la podrán modelar e inducir en
sus niños.
Las limitaciones de los estudios mencionados radican en las
variables de contexto y culturales en las cuales se realizan, y en
algunos casos la muestra de participantes ha sido pequeña y
poco heterogénea. Además, se ha dejado a un lado
la investigación de corte cualitativo, que hubiera podido
aportar riqueza descriptiva, a lo que se suma la falta de literatura
científica sobre el tema, lo que se puede explicar por
varias razones: por una lado, la complejidad metodológica
que conlleva la realización de estudios longitudinales y
multivariados; por otro lado, por la dificultad que entraña
la evaluación infantil en sí misma,
unido a la falta de instrumentos de medición fiables de los
procesos emocionales y en concreto de la Inteligencia Emocional
infantil, donde las pruebas estandarizadas son muy escasas y la mayor
parte no buscan un acceso directo al niño, sino que recogen
información a través de terceros.
En el futuro, es importante dar continuidad a este
tipo de estudios, ampliando la muestra, proponiendo pruebas fiables
para medir tanto la inteligencia emocional objetiva como la
inteligencia emocional subjetiva (tests que probablemente haya que
construir y validar), realizar estudios comparativos padres-hijos, y
comprobar si se dan procesos bidireccionales en los efectos sobre
ambos, así como estudios longitudinales que nos puedan
indicar a lo largo de diferentes generaciones si las relaciones
encontradas son coherentes en el tiempo. E ir midiendo la eficacia de
las intervenciones educativas y terapéuticas propuestas.
Desde el Grupo de Trabajo de Inteligencia Emocional os
invitamos a profundizar en estos y otros temas relacionados con la
Inteligencia Emocional y la salud mental en niños,
adolescentes y adultos, ya sea en las actividades formativas
programadas en el COPC, en el Master en Inteligencia Emocional en el
Ámbito Social y de la Salud, o bien en eventos
científicos como el recientemente celebrado III Congreso
Nacional de Inteligencia Emocional y el I Congreso Iberoamericano de
Inteligencia Emocional los días 3, 4 y 5 de noviembre de
2016.
Rosa
Zayas Reyes Colegiada Nº: 17597
GT
en Inteligencia Emocional
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https://www.youtube.com/watch?v=8KkKuTCFvzI