La escucha, una apuesta ética

Anabel López Baroni

Psicóloga col 14.661 – Europsy

 

Este artículo pretende reflexionar sobre el lugar que ocupamos l@s psicólog@s en la coyuntura actual, cómo se enmarca la práctica terapéutica en las actuales ‘demandas del mercado’ y cuáles son sus particularidades.

La situación social en la que nos encontramos es por todos conocidos: bien por vivirla o bien, por padecer los efectos de la fragmentación y la desafiliación. Miles de familias angustiadas quedan atrapadas en la exclusión o en una zona de vulnerabilidad.

Estamos inmersos en el capitalismo más feroz, cuya política de ajustes económicos y su perversa política de mercado tiñe las consultas, públicas o privadas, en las que trabajamos los profesionales sanitarios. Estamos influidos por el empuje de la tecnología como manifestación de la eficacia y la inmediatez. La televisión, el ordenador, el móvil con sus gadgets y aplicaciones, nos ofrecen la ilusión de estar -todo el tiempo- informados, hiperconectados, pero, paradójicamente, cada vez más distanciados de los encuentros con otros humanos, pares y semejantes.

Reconstruir los vínculos sociales, poner en valor la importancia de la palabra en contraposición al sin fin de protocolos, y re-plantear que el malestar es el resultado de un proceso psíquico, subjetivo y particular, no es igual para todos.

Trabajamos con una particularidad a destacar: muchas de las personas que consultan lo hacen recién cuando se sienten ahogadas por la angustia, sumergidas en estados depresivos, a veces melancólicos, en los que la vida se puede tornar indiferente y hasta insoportable; otros, llegan luego de derivar de consulta en consulta en busca de un nombre a su malestar para salir de nuestro despacho con una etiqueta y nada más, y/o algún despistado que cae en la consulta buscando una solución mágica en forma de pastilla. Pareciera que se recurre al psicólogo en situaciones más críticas y no cuando se presentan los primeros signos del malestar. Creo que en este aspecto tenemos que re-plantearnos cómo los psicólogos hacemos pedagogía o cómo podemos trabajar desde la prevención.

La urgencia se presenta en el hospital, en el centro de atención primaria, y en la escuela (atraviesa a la tutora que deriva a niños a psicología porque no prestan atención y ‘rompen’ la clase). La angustia en forma de urgencia, también, visita la consulta privada con nombre de ataque de pánico, crisis de ansiedad y con la dificultad para pagar las visitas. En respuesta a esta urgencia, cada vez más, surgen asociaciones de profesionales solidarios como un intento de cubrir las ‘fallas del sistema’. Sin ir más lejos, el mismo Colegio de Psicólogos de Catalunya se hizo eco de esta problemática y, a través de PsicoXarxa solidaria destinada a personas sin recursos, los profesionales que colaboramos intentamos paliar esta cuestión que nos acucia y no nos deja indiferentes. Apostamos a un acompañamiento que ayude al sujeto a retomar los hilos de su vida, que la angustia ceda, potencie los recursos psíquicos con los que cuenta, y a que no este solo en su vulnerabilidad.

Advertimos que -no siempre- urgencia es sinónimo de gravedad. Es pertinente diferenciar de quién es la urgencia en el pedido de atención. Muchas veces son los educadores que se ven sobrepasados por su tarea y no disponen de los recursos para poder hacer frente a un grupo de niños ‘revueltos’. Por ello es fundamental la presencia de un psicólogo en las escuelas, para poder intervenir en el momento oportuno y colaborar con los educadores en su tarea.

La fugacidad del tiempo manda en las consultas, y en las urgencias más, el paciente llega con urgencia a un centro médico, corre el médico que tiene que solucionar rápido para dar el alta y con la cama caliente recibir a otro paciente. Sin embargo, para un psicoterapeuta el tiempo que importa es el tiempo subjetivo, no el tiempo cronológico que corre de la mano de las agujas del reloj o de los protocolos de actuación. Es necesario un tiempo para que el sujeto pueda reconocerse en una serie de repetición que lo angustia, es preciso un tiempo singular para que el sujeto pueda interrogarse acerca de lo que le está pasando. Se trata del tiempo que corre y nos acucia diariamente. Un tiempo que no siempre nos permite reflexionar sobre cómo acompañar a un sujeto con una problemática singular.

Otra de las marcas de esta época es la exclusión, resultado de las desigualdades económicas, sociales y educativas. Robert Castel (2015) argumenta que la exclusión es un concepto que circula a falta de otro más preciso que pueda incluir todas las variedades de la miseria en el mundo: el desempleado de larga duración, el joven de los suburbios, inmigrantes sin papeles, los sin techo, etc. Al etiquetarlo con el nombre de excluidos se los nombra de manera negativa, es decir, señalando su falta, sin decir en qué consiste ni de dónde proviene la exclusión; A su vez, bajo esta nominación se oculta la necesidad de analizar el punto positivo, es decir, conocer de qué se compone para, a su vez, poder introducirla dentro de un proceso.

El concepto de exclusión lo ubicamos en el estado de todos aquellos sujetos que se encuentran por fuera de los circuitos activos de intercambios sociales. Para cada individuo será diferente ya que es el resultado de diferentes trayectorias que lo marcan y lo condujeron hasta ahí. Se trata de una degradación con respecto a una posición anterior. Por tanto, es una situación de vulnerabilidad: aquel que vive de un trabajo precario u otro que vive en una vivienda que puede ser desalojado si no llega a pagar las cuentas. Es el caso de una familia que hoy está en la ruina pero que podía parecer integrado gracias a un trabajo estable y una calificación profesional, pero un despido por razones económicas le hizo perder sus ingresos. Es decir, que los sujetos integrados devienen vulnerables por la precarización de las relaciones de trabajo y los vulnerables caen en la ‘exclusión’ como efecto de procesos -originados en el centro y no en la periferia de la vida social- que atraviesan al conjunto de la sociedad. Por ejemplo, en la decisión de una empresa al plantear la flexibilidad laboral o en la elección de un Estado en rescatar al capital financiero y en no plantear políticas sociales inclusivas.

No nacemos excluidos, pero somos vulnerables a ello y esto genera un temor importante que puede derivar en un terror al futuro, es el caso de los niños o adolescentes que escuchamos en la consulta: dejan de lado el placer por el aprendizaje, descubrir cosas nuevas y se abre paso al conocimiento que de acceso al mundo laboral y que se pueda aplicar en él. El aprendizaje cobra sentido en la medida que sea útil para ganarse la vida.

Desde nuestro lugar es importante realizar una labor psicoeducativa en centros educativos con el fin de erradicar una serie de prejuicios en relación a la exclusión, para romper un destino que puede llegar a estigmatizar. Señalar que el niño que fracasa en la escuela corre el riesgo de ser en el futuro un marginal; sancionar a un niño con dificultades en las relaciones con los semejantes como alguien que va a tener dificultades toda su vida; condenar un niño que muestra respuestas agresivas es un futuro ‘hermano mayor’.

Justamente trabajamos con estos niños y adolescentes que han sido ubicados en el lugar del fracaso y que observamos el tremendo trabajo psíquico que realizan para remontar ese destino. La identidad de un sujeto se constituye en el intercambio y el reconocimiento de otro, de los otros (semejantes y diferentes).

Es común encontrar adultos que hablen de los niños como si fuesen cuasi adultos poderosos, decididos y autónomos, negando de esta manera la indefensión infantil y la necesidad de un adulto que cuide y proteja de ellos. Esto es producto de la vulnerabilidad del adulto que queda inerme ante un niño o un joven que algunas veces puede parecer un ‘dictador’ o caprichoso, que no acepta un no por respuesta. Frente a un desafío de la autoridad, el adulto se siente anulado, sin lugar como padre, madre o educador. Esto puede verse agravado cuando el adulto espera que el reconocimiento del niño para sostenerse como autoridad o cuando teme al joven.

Tropezamos a diario con el malestar de los otros que nos consultan. Propiciamos un espacio para la conversación y la escucha atenta cuya meta puede ser eliminar etiquetas que estigmatizar a modo de tatuaje. Una vez instalado malestar subjetivo es muy difícil mantenerlo alejado de uno mismo. Es común oír que a personas que dicen estar triste, acto seguido, el saber popular insiste en que están deprimidos. Se ve reflejado, también, en la rapidez que se deben resolver los procesos de duelo; El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales V (2015) los cataloga dentro del trastorno depresivo mayor y los limita a dos semanas; si luego de este tiempo posterior a la muerte de un hijo, padre, cónyuge o amigo el duelo no ha sido resuelto, se lo considera patológico. ¿Con qué recursos una persona doliente resuelve la pérdida de un ser querido en 14 días? Lo planteado por este manual utilizado masivamente por psiquiatras y psicólogos de una determinada orientación, en todo el mundo para diagnosticar en base a las estadísticas y a unos patrones que con toda claridad arrasa con la subjetividad. Quizá porque el sufrimiento, en esta sociedad en la que rigen el deber de ser feliz, parece ser insoportable reconocerlo, en uno y en los otros, y registrarlo entra en contraposición con el modelo social de felicidad.

Sabemos, por ejemplo, que el riesgo de padecer depresión a lo largo de la vida es muy alto, algo más de un 11% de españoles sufrirá un episodio depresivo. Si traducimos estas cifras a personas afectadas, se estima que en Europa algo más de 21 millones de personas sufrirán un episodio depresivo mayor a lo largo de su vida. El coste económico para su prevención desde la atención primaria de salud es mucho menor que el coste económico que supone el tratamiento farmacológico (Estudio Predict-D). Teniendo en cuenta que la depresión es un trastorno altamente incapacitante y con un impacto superior al de muchas enfermedades físicas crónicas, no es extraño que se la considere una prioridad para la salud pública. La medicalización de la vida cotidiana aparece como la solución –‘rápida y eficaz’–  posible al sufrimiento, circula como moneda corriente el prescribir medicación para dormir, para bajar los niveles de ansiedad, adelgazar o aquietar a los niños que se mueven demasiado. Medicación que muchas veces va de la mano de una intervención terapéutica –‘rápida y eficaz’– que tiende a entrenar al adulto o al niño a cumplir con aquello que se supone que es acorde a su edad, sexo, situación…, sin posibilitar la pregunta por las causas de lo que le acontece, ni por los efectos de esas terapéuticas. Una práctica terapéutica acorde a los ideales de eficacia y rendimiento de esta época, que deja sin resolver los conflictos que le impiden dormir, comer sin exceso, sentirse bien o qué angustia a ese niño para que no se quede quieto. Se trata de una lógica que instantáneamente logra el efecto buscado, a costa de generar sujetos dependientes y adictos. Los conflictos psíquicos son resultado de un proceso y de una historia particular que no siempre supone una solución inmediata.

Para concluir y a modo de propuesta creo que es de vital importancia estar advertidos que ante el malestar que genera nuestra civilización estamos cada vez más indefensos, y desde nuestra función como psicólogos se trata de no reproducirlo ni propiciarlo. Comenzar una terapia es un gran paso en la vida de una persona.  Desde nuestra ética no podemos responder a las diferencias subjetivas o a la diversidad como un signo de enfermedad ya que así estamos produciendo más enfermedad y si reproducimos la patología, en nuestra práctica terapéutica, estamos produciendo iatrogenia.



Referencias

J.A,. Bellón Saameño, Coordinador del Grupo de Investigación SAMSERAP, redIAPP. XXVIII Congreso de medicina de familia y comunitaria. Resultados innovadores en atención primaria: Los estudios PREDICT y REMEDIO. Publicado en revista Atención Primaria. 2008; 40(Supl 1):83-93

Robert, Castel (2015) Las trampas de la exclusión. Trabajo y utilidad social. Topia editorial. Colección fichas para el siglo XXI.

Infocop (2013) Cambios que incluye el DSM-5. Se puede leer en: www.infocop.es publicado el 21-05-2013.

Infocop (2015) Un estudio alerta sobre la prescripción de medicación para el tratamiento del TDAH a menores de 5 años. Se puede leer en: www.infocop.es publicado el 16-03-2015.

Infocop (2016) La prescripción de antidepresivos a niños y adolescentes sigue aumentando a pesar de no estar recomendada. Se puede leer en: www.infocop.es publicado el 28-06-2016.