El 26 de febrer, Mario C. Salvador va presentar a la sala d’actes del Col·legi el llibre Más allá del Yo, encontrar nuestra esencia en la curación del trauma. En la present entrevista, l’autor fa explícites algunes de les principals idees de la seva obra, que va desenvolupar -capítol a capítol-  per als col·legiats i col·legiades que van assisteir a la presentació.

Mario C. Salvador és psicòleg i especialista en psicologia clínica amb més de 30 anys d'experiència. Codirector de l’Institut ALECES, és formador internacional en psicoterapia integrativa per la IIPA, analista transaccional docent i supervisor (EATA-ITAA). Codirigeix i és docent principal del seminari de desenvolupament professional en integració i reprocessament del Trauma Método Aleceia del Instituto ALECES.

 


¿Por qué este título: Más Allá del Yo?

Pensé que este título recogía la esencia del abordaje que propongo. Todos hemos adherido muchas emociones, creencias, ideas y conceptos a lo que creemos que forma nuestra identidad como personas. La tesis que defiendo es que estas ‘ideas del yo’ no son lo que realmente somos; antes de tener ninguna experiencia relacional con el mundo ‘ya somos’ alguien. Lo que quiero decir es que nos apegamos a la idea de nuestro nombre, el sexo, la profesión… si somos inteligentes o no, somos valiosos o no merecedores… La idea que nos hacemos de quienes somos está siempre ligada a las experiencias relacionales que hemos tenido. Si hubiésemos nacido en otro lugar, familia o país, tendríamos un concepto diferente de nosotros. Así que nos fijamos a algo que no es propiamente inherente a nosotros sino que lleva la carga de las actitudes, expectativas, valores… de aquellos que nos han tratado en nuestro crecimiento, por tanto es externo. Pero todo aquello relativo a lo que experimentamos tiene un principio y un final, toda experiencia acaba. Sin embargo, algunas huellas de lo que experimentamos se han fijado a nuestro sentido de la identidad. Lo que propongo en este libro es que curando las heridas de las experiencias que han servido para fijar nuestro sentido de identidad podemos situar nuestro centro de identidad en un lugar más estable y real: nuestro Yo Esencial, la dimensión de nosotros mismos que siempre ha estado y siempre hemos sido ya antes de cualquier experiencia. Otra idea importante es que desde esta dimensión de consciencia podemos observar la historia no digerida y curada con la que cargamos de nuestro pasado, desde una actitud de curiosidad y amor compasivo hacia las maneras inteligentes en cómo hemos sobrevivido.

 

¿Por qué la curación del trauma nos ayuda a descubrir nuestra esencia?

Encaja con lo que expresé anteriormente; cuando hemos podido descargar y sanar nuestra ‘historia viva’ (las cargas emocionales que aún están fijadas en nuestro dolor pasado) podemos acceder a un sentido de quienes somos que está por encima de lo que hayamos experimentado. Aquí nos situamos en una dimensión de consciencia en la que podemos gestionar nuestra vida y nuestro mundo emocional desde un lugar espacioso de curiosidad, compasión, altruismo. Hoy se está llamando a esta dimensión de consciencia mindfulness.

 

De todos los mensajes e informaciones que ofreces en el libro, ¿cuál es el mensaje que más destacas?

El mensaje más destacado es que nuestro cerebro-cuerpo tiene la capacidad de curarse a sí mismo. El sistema autoinmune es solo una expresión de esta capacidad de auto-cura. En nuestra cultura occidental parece que nos hemos olvidado de esto, pero si observamos el mundo animal salvaje podemos verlo con toda claridad. El animal herido se retira y comienza a lamer sus heridas y su proceso de curación recuperación. Los humanos mal heridos también nos aislamos, somos cuidados por miembros de nuestra tribu y con sus conocimientos y su cariño nuestro cerebro-cuerpo comienza a recuperarse.  

En el trauma emocional esta capacidad de auto-curación se da cuando nuestro cerebro subcortical, el que está al mando cuando se trata de sobrevivir a la amenaza, se siente en un contexto suficientemente seguro (la relación terapéutica) y el córtex prefrontal puede hacer su función reguladora y actuar desde su capacidad metarreflexiva como un Observador Compasivo de la propia experiencia. Esto es neuroprocesamiento, volver a visitar nuestras memorias aún vivas y limitadoras, grabadas y encapsuladas en nuestra neurobiología para darles la posibilidad de poder contar la historia que no fue nunca expresada en la manera como fue vivida. Creamos las condiciones para un procesamiento de abajo-arriba, que el cuerpo pueda expresar en su lenguaje somatosensorial la historia que recuerda, ahora ante la presencia de un terapeuta presente y compasivo y al propio paciente, ahora arraigado en su presente y asimismo como un ‘observador curioso y compasivo’ sobre su propio dolor . Nuestro cuerpo es como la caja negra de los aviones, recuerda toda nuestra trayectoria vital, hemos de darle la posibilidad de revelar la historia que encierra para liberar la vitalidad. 

 

El trauma es un asunto fisiológico con consecuencias psicológicas… ¿qué implica esta definición del trauma?

Como he dicho, el trauma es como nuestro cuerpo y nuestro sistema nervioso responde a la amenaza. Cuando nos sentimos amenazados el cerebro subcortical toma el mando poniendo en acción los programas neurobiológicos que son legado de miles de años de evolución como especie, y que compartimos con los demás mamíferos: lucha, huida o congelación. Cuando un niño o niña ha tenido que vivir en un ambiente crónicamente amenazante y del que no ha podido escaparse ha tenido que ajustar su sistema nervioso a estar en vigilancia permanente, vivir con miedo o resignarse y tratar de hacer sus necesidades invisibles a los demás para no sufrir por la ausencia, el abandono o la agresión de sus cuidadores. Todo esto queda grabado en el cuerpo y en nuestros sistemas nerviosos. Nuestra biología es el fundamento de nuestra psicología, nuestro sentido del yo comienza siendo corporal, lo que Antonio Damasio llama el proto-si-mismo, y sobre ese sentido corporal asienta la versión compleja de quienes somos.

Hemos de acceder de nuevo a la narración de nosotros que guarda nuestro cuerpo para liberar la historia enterrada y dar paso a una visión de nosotros y el mundo digna y esperanzadora.

 

Uno de los capítulos habla de la multiplicidad interna, ¿a qué te refieres? ¿Qué le ocurre a una persona que ha vivido con sensación de peligro constantemente?

En el capítulo tres describo como las personas que han vivido trauma crónico y acumulativo a lo largo de todo su período vital no pueden integrar adecuadamente sus diferentes subsistemas implicados en la supervivencia: el llanto de apego, la rabia, el miedo, la parálisis… Esta falta de integración es también la base para la formación de subsistemas del yo, también llamados estados del yo o partes de la personalidad. Los estados del yo comportan un sentido del yo alrededor del sistema del miedo, la rabia, etc. Así, las personas crónicamente traumatizadas pueden saltar de un estado del yo al otro, sintiendo que sus conductas, emociones, y creencias cambian repentinamente. En casos más extremos, la persona puede experimentar una tremenda lucha interna entre partes de su yo que expresan experiencias a veces muy contrapuestas. Hemos de crear un ambiente amistoso interno entre todos nuestros subsistemas, aprender a escucharlos e integrarlos; cada uno lleva una parte de nuestra historia y comporta recursos para manejar nuestra vida. Cuando nuestras partes están libres de la carga de nuestro dolor se ponen al servicio del adecuado manejo de nuestras vidas aportando sus recursos y aprendizajes. 
 

En el capítulo 5 acuñas un término nuevo y original: la burbuja curativa, ¿Cómo la defines?, y hablas de ‘la presencia pura y limpia que crea un espacio sagrado que permite la curación’.

En este capítulo, de unas 50 páginas, elaboro el papel importantísimo que tiene la relación terapéutica y el estado de presencia del terapeuta. Nos hemos traumatizado, mayoritariamente, en relaciones y nos curamos, tal como defiende el neurocientífico Stephen Porges, en relaciones seguras. El terapeuta ha de estar suficientemente limpio de su propia historia y no ‘imponer’ en el paciente sus visiones de la vida, otra cosa es violencia sobre el otro. El terapeuta crea un espacio sagrado para que la experiencia del paciente, tal como ocurrió originalmente y tal como está organizada en sus redes neurológicas, pueda venir y ser contada en la forma en la que fue vivida. La aceptación radical del terapeuta y la mirada en mindfulness del paciente sobre su propia historia crean este espacio que he denominado ‘burbuja curativa’. El paciente no podrá estar en mindfulness si el terapeuta no está en su estado de presencia en mindfulness, abierto a todo y sin preconcepciones.