Por un nuevo paradigma de vida, que conjugue deseo con creencia.

El padre de Noé viendo que su hijo iba a arrancar una flor, del yermo campo que pisaban, le dijo… ¿qué haces hijo?... ¡Es que es MUY bonita Papá! Toma de decisión emotiva.
Sí lo es, ciertamente hijo, pero no es útil para nosotros que solo tomamos aquello que necesitamos y nos sirve de algo, lo demás lo dejamos para que la naturaleza siga su curso, o les sirva a otros. Toma de decisión racional.

Este artículo contiene dos partes: 1ª/ hacia un nuevo modelo de sistémico de vida, y 2ª/hacia un nuevo rol de la psicología, respecto al comportamiento económico. Ambas partes confluyen en un mismo objetivo; estimular una reflexión en profundidad, sobre dos importantes realidades actuales, que, con mucha probabilidad, miramos sin ver.

Parte primera. Algo más que un fracaso económico

Miramos, pero quizás no vemos, cómo los responsables del Sistema de vida que falló desde 2007, se esfuerzan denodadamente por recuperarnos de la crisis, pero lo hacen trabajando solo desde el mismo modelo que en su día se quebró, tratando de revivirlo, sin tocarlo demasiado a fondo. A pesar de haber escuchado múltiples voces al respecto, nunca se habla de esta terrible crisis como de un gran “Fracaso Sistémico”, como si, para los que están intentado arreglar el entuerto, sólo contase la fractura económica, cuando en realidad es el Sistema global de vida el que en realidad se ha quebrado, y que es el que debería de haberse puesto en cuestionamiento, junto con el fracaso de la economía.

Sin duda es perfectamente comprensible que las primeras medidas de urgencia se tomen sobre el mismo modelo fallido, pues no es tan fácil cambiar de modelo de un día para el otro. De lo que me lamento aquí, es de que las graves consecuencias sufridas en el bienestar de las personas, no están fomentando -paralelamente al sellado de las brechas abiertas- una seria revisión de nuestro modelo de vida, dando al menos la posibilidad al ser humano de cambiar de paradigma.

Poner pues todos los medios técnicos, creativos y capacidades de innovación de este mundo al servicio de la búsqueda de un nuevo modelo sustitutivo, que además de innovador y diferente, fuera bastante radical, porque las medias tintas nunca han funcionado, sería un más que loable objetivo, que el Poder, de momento, parece no considerar en absoluto.

Estoy sólo sugiriendo que sería justo y razonable, animar hacia esa posibilidad, por parte de los que nos dirigen y representan. El hecho contrario me hace pensar en que los de siempre quieren volver cuanto antes a beneficios, sin tocar ni cambiar un sistema que finalmente nos ha demostrado lo mal que ha funcionado. Hasta ahora pues, lo que parece evidente es que sólo se trabaja para retornar a “un más de lo mismo”, pretendiendo que vuelva a la vida al mismo modelo que parecía moribundo. No habría, por lo tanto consecuentemente, ninguna intención de frenar aquello que ya sabemos que nos está matando; desde la destrucción de los recursos del planeta, hasta el mantenimiento de los paraísos fiscales, por poner un par de ejemplos.

Me temo que la propuesta que aquí se lanza pueda parecer demasiado ingenua y/o ilusa a determinados altos cerebros financieros que la mirarán; me temo con la mayor de las incredulidades y escepticismo, además, una férrea crítica de negación, que obviará lo que aquí se señala como peso objetivo indiscutible. Sin embargo, el hombre ha llegado a la luna, existe una oveja Dolly, y los inventores de Arpanet y de la robótica hubieran sido quemados en la hoguera, de haber explicado sus ideas a terceros, sólo un siglo y medio antes.

El próximo fin de los recursos de la tierra, así como la inviabilidad del crecimiento infinito, serían dos argumentos bastante definitivos, para que, mientras tratamos de aguantar el tipo (eso está muy bien), por lo menos nos pongamos también a invertir en la búsqueda de un nuevo modelo de vida, que sólo si nos viene desde arriba, se implantará a tiempo, ya que si tenemos que esperar a que nos venga por debajo, es muy posible que lleguemos tarde.

¿Estaríamos ya en la buena senda respecto a este nuevo modelo, sin saberlo?

Después de esta introducción, he de manifestar en paralelo, que paradójicamente estamos, con mucha probabilidad, también mirando, sin ver, el nacimiento de numerosas alternativas al sistema dominante. Implantadas ya antes de la crisis, como, y sobre todo, después de ella. Se trata de organizaciones diferentes que ¡funcionan! Valientes iniciativas asociativas, plenas de ingenio y creatividad, que van saliendo desde todo tipo de lugares asociativos: foros, barrios, grupos, emprendedores, familias, profesionales, academia... en un tipo de movimientos singulares de amplio espectro productivo, que sin estar conectados entre sí, se orientarían desde el localismo y la transversalidad, hacia un objetivo común: promover un nuevo modelo que aunaría humanidad con economía, en la construcción; de un nuevo paradigma de vida.

Estamos en pleno escenario de lo que ya podemos denominar como “La otra Economía”, que se movería en el ámbito del CVC (Creación de Valor Compartido. Véase Porter) o de las ESS (Economías Sociales y Solidarias, no confundir con Filantropía u ONGs, ni con la RSC: Responsabilidad Social Corporativa). Movimiento organizativo que estaría creciendo en el tejido social de forma exponencial. Miles de personas en nuestro país (más de 300.000 en Cataluña), 3 millones en Francia, estarían animando un manantial productivo, como clara alternativa a la brutalidad del sistema capitalista. Un nuevo sistema socioeconómico de producción, más justo, más ético y más solidario, que pivotaría en torno a cuatro ejes vertebradores: El interés general, el lucro limitado, la gestión democrática, y el trabajo con sentido.

Sin buscar medallas, ni reconocimiento planetario, las características de las nuevas iniciativas que sustentarían esta emergente movilización espontánea, hacia un nuevo estado de las cosas, parecerían claras: necesidad de fomentar una economía del bien común, al servicio de las personas, desde la sostenibilidad y la colaboración. Una estimulación de valores y funcionamiento de vida, en el que la cooperación sustituye a la competencia, la generosidad a la codicia, y la solidaridad al individualismo... Todo ello, manteniendo un exquisito cuidado de la naturaleza. Puede parecer “bonito”; efectivamente lo es, puede parecer utópico; sin duda, ya no lo es.

Se trata de unas premisas, tan innovadoras como rompedoras y sorprendentes, que tratan de ofrecer una alternativa distinta al sistema instaurado, en el que hemos estado viviendo las últimas décadas. Parámetros que están ahí, a la vista, nítidos, claros, sustentados por personas entusiastas y orgullosas de su iniciativa, que dejaron ya de pensar en una “bonita utopía”, para hacerla real. Conceptos como; economía del bien común, prosperidad sin crecimiento, banco del tiempo, trueque, teatro de comedor, kilómetro cero, interés general, “sin intermediarios”, downshifting, slow life, keep calm, laws of simplicity, low cost, huertos verticales, venta con sentido, crecimiento cero, vuelta a la naturaleza, reciclaje, ahorro de energía, huertos de proximidad, banca solidaria o distribución limitada, serían tan sólo la punta de un iceberg en constante formación.

Las actividades de los implicados en estas iniciativas, circularían, sin embargo, por vías secundarias, apareciendo de forma muy puntual y aislada en medios, sin que se destaque su significativo peso productivo, ni se valore la singularidad de cada uno de sus planteamientos colaborativos, quedando su incidencia popularmente muy poco visualizada. Sus propuestas relevantes, singulares y rompedoras, no habrían merecido la atención de la administración, más allá de alguna palmadita paternalista en el hombro.

Considerados como colectivos minoritarios de, quizás, una relativa incidencia económica (8% del PIB en Francia), su ruptura con el sistema clásico no parecería llamar la atención, en línea con la propuesta que se hacía al principio de este artículo: tratar de buscar además de las clásicas, “otras” vías; pero hacerlo seriamente.Así que, cuando comprobamos que estas vías ya existen, pero no se reconocen apenas, lo que nos sugiere, es que, quizás precisamente, lo que se teme es que su crecimiento pudiera provocar el vuelco al sistema clásico. “A priori” parece una paradoja, pero lo que está claro es que van creciendo unas productivas y exitosas iniciativas de mercado, que satisfacen a impulsores, trabajadores, proveedores y usuarios o consumidores, pero que, sin embargo, no cuentan ni se reconocen apenas en los circuitos organizativos y empresariales habituales, ni tampoco se animan lo suficiente como para que –demostrado ya su valor diferencial- adquieran cada vez un mayor un peso de nuevo paradigma empresarial y de vida.

El ciudadano ignora el poder que puede llegar a ostentar, cuando está en mayoría.

No estamos hablando por supuesto de revolución, aunque sí estamos pensando, en que la indignación sí nos llevaría en cierta manera por una senda de “imposición”, sobre todo, cuando esa imposición hace referencia a una estructura productiva que funciona y da riqueza “de otra forma”. En torno a este movimiento ciudadano, surgido de la carencia, pero también de la creatividad, de la innovación y, sobre todo, de la pasión por ofrecer otra forma de entender la existencia, se aglutinaría una profunda renovación de valores, en una forma diferente de crecer y progresar. Estos grupos, sin tener siempre conciencia completa de su valor, estarían sembrando las bases de lo que podría llegar a ser una auténtica nueva forma de afrontar la vida, y sus circunstancias.

Un desarrollo productivo y social que, de seguir arraigando como hasta ahora, bien pudiera llegar a conformar las bases de ese nuevo modelo de vida que el planeta necesita, sí o sí, para sobrevivir. Su ascensión por abajo será sin embargo tan larga como dura y dificultosa, y si además tiene que topar con el intento de resistencia del mismo sistema neoliberal, que tantos réditos ha dado a unos cuantos, su limitada expansión está garantizada y con ella la pérdida de una oportunidad de oro, ya que mientras no se diga o no se encuentre lo contrario, ésta es la mejor de las posibilidades de salir del agujero en el que estamos.

Estamos ante algo palpable, que requiere de un significado cambio de comportamiento de vida, lógicamente “algo” más próximo a lo radical que a lo superficial, pero que, sobre todo, lo que necesita es reconocimiento y que una gran mayoría de los Stakeholders, se ponga en la misma onda y suscriba esta forma de vivir y de trabajar, subiéndose a ese carro, para forzar a que el sistema les reconozca, porque resulta que éste ya es un sistema nuevo que funciona y mientras no exista otro, siempre será mejor que el viejo.

Las innovaciones que estos nuevos sistemas productivos “rentables” logran, preservando además de forma estricta el medio ambiente, fomentando un paralelo nuevo sistema de vida, se sustentan en parámetros tan simples y sencillos como los que siguen: uso mínimo de la banca, supresión de costes inútiles o superfluos, fomento de una vida dirigida por uno mismo y no por terceros, consumo racional y controlado no más allá de lo imprescindible, buscando no tanto las posibilidades de compra (como las 46 variantes de pan, o los 40 tipos de aspirina), sino las mejores oportunidades de acceso, trabajando bien, pero lo justo, sintiendo la satisfacción que produce la cooperación y la solidaridad, eludiendo el crearse necesidades fútiles, a la vez que se evita acumular pagos aplazados, eludiendo letras o hipotecas para toda la vida, viviendo bien con simplicidad y confort, pero sin opulencias, sencillamente al día, regalándose tiempo, desprendiéndose de lo inservible, reciclando, restaurando y “no envidiando nunca más el coche del vecino”. Producir de forma distinta, trabajar con sentido, descubrir la satisfacción que produce recuperar valores morales determina finalmente el “vivir de otra forma”.

A este pensamiento no se llega fácilmente, pues la comodidad y la rutina nos arrastran y lo que hoy, “también”, espera la inmensa mayoría, aún temerosa y confundida, es poder ”volver a beneficios” cuanto antes, sin plantearse nada más, pues la dirección ”es cosa de otros”, y ya se supone que lo harán bien. Craso error, pero despertar esa conciencia atascada, requiere de “agentes provocadores” que sepan estimular una seria reflexión, sobre cómo re-orientar una vida insatisfecha. Tómenselo en serio, por favor, estoy convencido de que, específicamente desde la Psicología, podemos y tenemos mucho que decir y hacer aquí.

En cualquier caso, si no lo hacen unos, lo acabarán haciendo otros. Véase sino la nueva generación de “milenials” (hoy entre 18 y 33 años) que en 2025 serán el 75% de la fuerza mundial de trabajo (8 millones de personas en España, 80 en EE.UU.) Ellos no compran casas, ni coches, desconfían de los bancos, prefieren ganar menos dinero y vivir mejor, buscan empresas alineadas con la ESS, y se manejan en su vida a golpe de smartphones de última generación, comprando y pagando virtualmente, y pasando de media, más de 4 horas al día frente a una u otra pantalla. ¿No es éste ya por sí mismo un indicador de por dónde van a ir los tiros? ¿Sí o sí?

Crecer de otra forma

A pesar de haberse escrito, cientos de veces, que el crecimiento infinito es una utopía, para el ser humano, el crecer forma parte de su realidad como persona, por lo que explicarle que se trata de crecer, evidentemente, pero de una forma bien diferente a la que conocemos, requiere capacidad de escucha, requiere demostración, y aun así la adhesión no está garantizada. Entre tanto, el viejo sistema obsoleto se resiste a morir, porque no hay, o no se quiere que haya, sustituto posible alguno. Sigue pues el modelo neoliberal en el taller, tratando de auto-repararse para seguir estimulando el “comprad, comprad malditos ilusos”. Esta vez, sin embargo, algunos economistas, -si-, ya nos están avisando (Tepper y Mauldin) del mal camino que lleva una reparación, que incluso desde la economía o por lo menos desde una parte de ella, se considera torticera. Es posible que las voces de estos economistas, como en su día sucedió con Rubini, tengan un alcance limitado y el poder no permita que se les oiga más allá de circuitos poco mediáticos, pero, por lo menos, léanse su libro.

En consecuencia, y como “al mando” siguen estando los mismos que contribuyeron al desastre, y los intereses creados siguen siendo de una magnitud estremecedora (2), puede muy bien ocurrir que las mayorías sigan adorando a este mismo sistema neoliberal, que trata de reproducirse una vez salga de su KO técnico, y todo vuelva a reconducirse como antes. En lo que sí se parece estar de acuerdo, aunque se dice con la boca pequeña para no atemorizar más al consumidor, es que nada volverá a ser como antes. Podríamos añadir a eso que el ser humano, aunque no siempre, ha sabido aprender de sus errores…

De dónde venimos y cómo hemos llegado hasta aquí

Tras la 2.ª Guerra Mundial, todos siguen a una, la estricta consigna “del crecimiento por el crecimiento”, dada por los vencedores. Ello nos lleva a una espectacular prosperidad económica y social, que desemboca en los Estados del Bienestar. En este nuevo escenario los ciudadanos- cubiertas sus propias necesidades de supervivencia- entran progresivamente en una espiral hedonista, de consumo compulsivo de bienes, servicios y productos de última generación. Podemos entender cómo unos colectivos magullados por la postguerra, que contribuyen en levantar su país, ascendiendo con él, se merezcan disfrutar un estadio de vida, que aúne placer y goce con poder de compra y estatus. El problema está en que el escenario es un espejismo, en el que unos reiterativos productos obsolescentes (*) que ya no aportan satisfacción, nos llevan a una carrera que no tiene meta y tampoco final feliz.

(*) Triunfo de la oferta Cash converter: lugares de venta de inacabables artilugios y gadgets nuevos, pero inútiles, extraídos de cajones y armarios de casa.
(2) un ejemplo de escándalo: la persistencia de los paraísos fiscales tras siete años de crisis y un aumento exponencial de la corrupción, la excusa; esos países se hundirían en la miseria…

Tras casi más de 15 años de loco y salvaje crecimiento despilfarrador, el modelo neoliberal, eufórico tras la caída del muro en 1989, se derrumba 20 años más tarde sobre sí mismo, alcanzando debajo a mucha gente, para devolverlos casi a todos a la “casilla de salida”. No perdamos demasiado tiempo buscando culpables, pongamos en cambio el mayor esfuerzo en buscar un modelo que nos garantice, incluso más allá del bienestar, la sobrevivencia. ¿Quizás ya tendríamos algo parecido, sin saberlo?

Parte Segunda: ¿Psicología, con Economía…?

Fundamentalmente la Economía habría considerado al ciudadano como un consumidor exclusivamente racional (homo economicus) que toma decisiones económicas a partir de datos objetivos, sin tener en cuenta el factor emocional, ni sentimientos, ni pasiones (véase el dialogo de Noé con su padre, al principio del articulo). La Psicología Económica mantiene la tesis contraria desde 1902, manifestando con frecuencia que este comportamiento, aparentemente medido y determinado, podría llegar a quedar muy influenciado por las emociones, si éstas se dieran. Mientras la supervivencia no está asegurada, impera lo racional, lo metódico y lo mesurado. Transcurridos los primeros años, de la postguerra, tras sustentar sólidamente la base de la pirámide de Maslow, las emociones irrumpen y se desbocan para gozo y disfrute del propio actor, quien sorprendido, pero encantado de haber logrado alcanzar una cumbre tan placentera, no se plantea que está en el mal camino. El sistema tampoco quiere darse cuenta del peligro de la irracionalidad, pero la razón es diferente; nunca se pensó en que “podría llegar el momento en el que, dejar de echar leña a la caldera, fuese algo razonable e incluso imprescindible”. Esta inepta negación mantiene la huida hacia adelante en la que lo único que cuenta, es “seguir echando leña a la caldera”, y que la máquina siga avanzando inexorablemente, no se sabe muy bien hacia dónde.

El binomio psicología-economía genera extrañeza de entrada, pero tras pensarlo dos veces, la coherencia es absoluta. Detrás de cada decisión de compra, hay siempre un determinado comportamiento, influenciado por multitud de variables. El nuevo concepto de “necesidad” fija un nuevo tipo de toma de decisiones que cierra la etapa de compra con mesura, y abre el tiempo de la compra aspiracional.

Se busca absurdamente “el más y más”. Hoy, tras la crisis, la urgencia de volver a una compra más racional: de hecho, a una compra inteligente, controlando por tanto la impulsiva, parece ser un objetivo que pocos animan, pero cuya lógica sería del todo evidente, visto lo visto. La defensa y difusión de esta postura nos compete muy directamente a los psicólogos, tras cumplirse los postulados promulgados por nuestros colegas del siglo pasado.

El primero de ellos, con Gabriel Tarde con Psicología Económica (1902). Algo más de mediados del siglo anterior – 1963- Dittcher o Katona con su Análisis psicológico del comportamiento económico hacia final del siglo (1975,) con Herbert Simon y su Racionalidad limitada, y a caballo entre un siglo y el otro, con Daniel Kahneman y su Teoría prospectiva, mereciendo estos dos últimos, nada más y nada menos que, sendos Nobel de Economía, 1978 y 2002. ¿Quién iba a decir que dos Psicólogos serían Premio Nobel de Economía?. Estos académicos son los que ponen en evidencia la profunda relación existente entre toma de decisiones y emocionalidad, aspecto negado, u obviado por los grandes gurús de la economía y de las finanzas.
Keynes, a pesar de sustentar su teoría de la racionalidad como base de la toma de decisiones, deja, sin embargo, un resquicio para otro tipo de comportamiento económico que se basaría en los instintos y en las emociones (lo que más tarde ha sido denominado como homo consumator). Esta vía de toma de decisiones instintiva no fue, a pesar de todo, considerada por los postkeynesianos, y sólo se retomó por parte de las grandes organizaciones preocupadas por seducir al consumidor y conseguir el máximo consumo de sus productos, a partir de sus decisiones de compra emocionales.

Ha sido, en el periodo inmediatamente anterior a la crisis, cuando la gran prevalencia de decisiones irracionales de compra, basadas en el impulso y la emoción, se dispara. Este proceso aplaudido por los propios felices consumidores, es duramente criticado por sociólogos e intelectuales, a los que casi nadie toma en serio. (Lipovetsky / Bauman).

Es tan sólo poco antes de antes de la crisis, cuando determinadas orientaciones de la política del nuevo presidente Barak Obama, difundidas, a su demanda, por asesores del presidente, (Thaler y Sunstein), ponen en el mapa La Psicología Económica y a sus precursores iniciales y recientes. Contemplamos, pues, una emergente explosión de lo que se conoce como Economía conductual, que señalaría, la oportunidad práctica, que supondría integrar los conocimientos de la Psicología a la Economía.

Presentada, asimismo, como Neuroeconomía, la conjunción de economía con psicología, en planteamientos tomados desde la neurociencia, en base al tratamiento de la inferencia del proceso cerebral que acompaña una elección, o los engaños de la mente respecto a presupuestos que tienen en cuenta el pensar una cosa mientras se hace otra, constituyen unos desarrollos que otorgan una gran popularidad a este binomio, y por ello nos pone en el campo de juego, a los psicólogos, que, paradójicamente hasta ahora, no estábamos contemplados en un escenario en el que las decisiones económicas, siempre fueron finalmente, decisiones de vida.

La Psicología Económica se desenvuelve hoy y por fin más allá de la Universidad, y de las grandes organizaciones, en el campo educativo abordando con niños y adolescentes el sentido y valor del dinero (Denegri) o en los escenarios financieros, para conocer la personalidad del inversor y garantizar mejor el acierto en la inversión recomendada, al orientarla en línea con sus actitudes y forma de ser.

¿Despiste o intencionalidad?

Volviendo a Keynes, la duda que prevalece en el caso de los analistas económicos posteriores, es si el “olvido” de la parte “instintiva” de la teoría del maestro, sobre la toma de decisiones, tuvo que ver con un ”desentendimiento” casual o premeditado. Uno de los biógrafos de Keynes -Robert Skidelski- nos dice que, aunque con excepciones, los economistas tenderían a adecuar sus posiciones, al escenario dominante del momento, actuando como “serviles mayordomos intelectuales”. El señalamiento es ciertamente muy duro. Sin embargo, parece claro que nadie intervino en frenar la irracionalidad de las decisiones de compra, que se producen tras la prosperidad.

A pesar de las teóricas capacidades de previsión de los economistas y de la tecnología del siglo XXI, ninguna alerta roja se enciende. Ni siquiera uno de los más “cualificados” (Grespan) advierte en los circuitos oficiales del precipicio al que llegamos. Sólo en algún foro “secundario” de poco alcance (Rubini) se da la alarma. En consecuencia, el modelo de salvaje crecimiento consumista con que el que el sistema se encuentra, tras el básico asentamiento de prosperidad social, no se frena, ni se corta, sino que se estimula y anima, ante el previsible pánico e impotencia que provoca la posibilidad de tener que parar la máquina. Al contar con la connivencia de economistas y financieros, las estructuras del poder mimadas siempre por la banca, se dejan llevar.

Conjugar deseo con creencia

Si las Ciencias Económicas no se hubieran desentendido de los principios de la Psicología del comportamiento, se hubiera podido difundir anticipadamente el riesgo que suponía el tomar continuas decisiones económicas, de forma emotiva e irracional. Ese es un peso que van a tener que tratar de sobrellevar “las autoridades”, ya que las decisiones emocionales de los ciudadanos se llevan a cabo gracias a la desmesurada concesión de hipotecas basura, a la exacerbación de compras aplazadas de los comercios, a las múltiples ofertas de bienes, más ostentosos que necesarios que no se tenían que pagar de inmediato, y a un inepto cálculo por no pensar más allá…, sobre cupos y parque de vivienda (burbuja inmobiliaria).

Estas “facilidades” son las que llevaron a una clase media, a creerse alta y obcecarse en comprar como nuevos ricos, hasta que la crisis los volvió a su lugar de origen, dejando a muchos incluso por debajo de donde estaban en un principio. Los ricos siguieron siendo tan ricos o más, los pobres siguieron tan pobres o más, pero la clase media esencialmente se diluyó por abajo. Respecto a la toma de decisiones basada en la “Economía conductual” parecería evidente que “La aplicación de los conocimientos científicos de la Psicología a la Economía, puede ayudar a partir de ahora a mejorar la toma de decisiones económicas de las personas, los grupos y las organizaciones, contribuyendo en la construcción de un nuevo paradigma de vida.” Una economía que tuviera en cuenta las fluctuaciones y condicionantes de la personalidad y, por tanto, de las actitudes y de las conductas consecuentes, podría contribuir a que las personas, los grupos y las organizaciones, se manejasen mejor en la toma de decisiones sobre el dinero, con consecuencia, más “felicitarias”.

Se abriría así una nueva comprensión de las diferentes dimensiones y alcances de conceptos como: inversión, beneficio, expectativas, satisfacción esperada, o sentido de los bienes adquiridos…, aspectos estos, que transitarían altamente influenciados por una serie de factores emocionales, intrínsecamente volubles. Si esto no se produce, las personas, al no ser plenamente conscientes de ello, tras la esperada recuperación de la crisis, podrían seguir vinculando sin control, sus emociones con sus decisiones económicas. Así que, esta vez, alguien debería anticiparse en advertir sobre la importancia de no despreciar la racionalidad en nuestras tomas de decisión económica, aunque las necesidades básicas vuelvan a quedar estar esencialmente cubiertas.
Parece pues imprescindible el otorgar una nueva atención, a los patrones de pensamiento que influyen en las ideas y los sentimientos de las personas, una nueva llamada de atención que debería que debería de hacerse llegar, además de a la ciudadanía, también a economistas, políticos y financieros, en una gestión colaborativa transversal. La conducta económica debería de constituir a partir de entonces el resultado de conjugar el deseo con la creencia. Este podría ser uno de los principios en los que debería de basarse la creación de un nuevo paradigma de vida. Los profesionales de la Psicología, insisto, tendríamos mucho que decir a este respecto.

Conclusiones

La tesis que sustenta este artículo nos indica que, al igual que la baja atención prestada a los nuevos sistemas de CV o ESS, la necesidad de volver a un control inteligente de las decisiones de compra, se hallaría directamente enfrentada al modelo de gasto “a toda costa”,en el que sospechamos que se va a volver a dirigir, tras la recuperación, esta vez al grito de “si no hay consumo, no hay crecimiento”. El animar pues, de nuevo, a un crecimiento, no racional haciendo del hiperconsumismo una estricta regla de obligado cumplimiento, propiciará un nuevo endeudamiento, impedirá un mínimo ahorro y volverá a poner al ser humano, en una carrera sin meta. Esta posición resulta poco menos que irresponsable y garantizaría la llegada de nueva crisis, que será mucho peor que la actual.

Tranquiliza saber que la postura de los Psicólogos Economistas del siglo pasado se adapta al principio deontológico de nuestra profesión: “priorizar el bien del individuo y tratar de evitar su sufrimiento”. En consecuencia, nuestras energías deberían de concentrarse en fomentar la imprescindible necesidad de un nuevo paradigma de vida que evite volver a un más de lo mismo. Este objetivo lo podemos poner en práctica ya mismo, desde los tres frentes de trabajo que siguen:
  • Hacia los administradores, en cuanto a animarlos a que contemplen en profundidad las nuevas las alternativas ESS existentes, analizando y valorando la riqueza de las múltiples nuevas propuestas emprendedoras ya activas, que conjugan humanidad y economía.
  • Hacia los administrados, en cuanto a hacerles partícipes de la oportunidad de optar por un cambio de vida autogestionado, movilizándolos para que se activen hacia un nuevo paradigma, que sólo triunfará claramente desde la exitosa presión que, sin duda, puede ejercer sobre el sistema, la gran mayoría.
  • Hacia los propios actores del cambio, impulsores de este nuevo paradigma, haciéndoles ver la importancia de cada uno de sus planteamientos y la fuerza que supondría su conexión para animar a otros a sumarse y forzar el logro de una nueva mirada, de los que, desafortunadamente, aún siguen llevando las riendas.

Abril 2014

Ricard Cayuela Dalmau col. 903
Próximo artículo “La otra economía “(Los desarrollos del CVC y de las ESS )


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