Psicología Económica, y crisis. (1) |
SECCION:
PsiNotes
// PUBLICAT 08/04/2014 12:01:00 |
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Por un nuevo
paradigma de vida, que conjugue deseo con creencia.
El padre de
Noé
viendo que su hijo iba a arrancar una flor, del yermo campo que
pisaban, le dijo… ¿qué haces hijo?...
¡Es que es MUY
bonita Papá!
Toma de decisión emotiva.
Sí lo es,
ciertamente hijo, pero no es útil para nosotros que solo
tomamos aquello que necesitamos y nos sirve de algo, lo
demás lo dejamos para que la naturaleza siga su curso, o les
sirva a otros. Toma de
decisión racional.
Este artículo contiene dos partes: 1ª/ hacia un
nuevo modelo de sistémico de vida, y 2ª/hacia un
nuevo rol de la psicología, respecto al comportamiento
económico. Ambas partes confluyen en un mismo objetivo;
estimular una reflexión en profundidad, sobre dos
importantes realidades actuales, que, con mucha probabilidad, miramos
sin ver.
Parte primera. Algo
más que un fracaso económico
Miramos, pero
quizás no vemos, cómo
los responsables del Sistema de vida que falló desde 2007,
se esfuerzan denodadamente por recuperarnos de la crisis, pero lo hacen
trabajando solo desde el mismo modelo que en su día se
quebró, tratando de revivirlo, sin tocarlo demasiado a
fondo. A pesar de haber escuchado múltiples voces al
respecto, nunca se habla de esta terrible crisis como de un gran
“Fracaso Sistémico”, como si, para los
que están intentado arreglar el entuerto, sólo
contase la fractura económica, cuando en realidad es el
Sistema global de vida el que en realidad se ha quebrado, y que es el
que debería de haberse puesto en cuestionamiento, junto con
el fracaso de la economía.
Sin duda es perfectamente comprensible que las primeras medidas de
urgencia se tomen sobre el mismo modelo fallido, pues no es tan
fácil cambiar de modelo de un día para el otro.
De lo que me lamento aquí, es de que las graves
consecuencias sufridas en el bienestar de las personas, no
están fomentando -paralelamente al sellado de las brechas
abiertas- una seria revisión de nuestro modelo de vida,
dando al menos la posibilidad al ser humano de cambiar de paradigma.
Poner pues todos los medios técnicos, creativos y
capacidades de innovación de este mundo al servicio de la
búsqueda de un nuevo modelo sustitutivo, que
además de innovador y diferente, fuera bastante radical,
porque las medias tintas nunca han funcionado, sería un
más que loable objetivo, que el Poder, de momento, parece no
considerar en absoluto. |
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Estoy sólo sugiriendo que
sería justo y razonable, animar hacia esa posibilidad, por
parte de los que nos dirigen y representan. El hecho contrario me hace
pensar en que los de siempre quieren volver cuanto antes a beneficios,
sin tocar ni cambiar un sistema que finalmente nos ha demostrado lo mal
que ha funcionado. Hasta ahora pues, lo que parece evidente es que
sólo se trabaja para retornar a “un más
de lo mismo”, pretendiendo que vuelva a la vida al mismo
modelo que parecía moribundo. No habría, por lo
tanto consecuentemente, ninguna intención de frenar aquello
que ya sabemos que nos está matando; desde la
destrucción de los recursos del planeta, hasta el
mantenimiento de los paraísos fiscales, por poner un par de
ejemplos.
Me temo que la propuesta que aquí se lanza pueda parecer
demasiado ingenua y/o ilusa a determinados altos cerebros financieros
que la mirarán; me temo con la mayor de las incredulidades y
escepticismo, además, una férrea
crítica de negación, que obviará lo
que aquí se señala como peso objetivo
indiscutible. Sin embargo, el hombre ha llegado a la luna, existe una
oveja Dolly, y los inventores de Arpanet y de la robótica
hubieran sido quemados en la hoguera, de haber explicado sus ideas a
terceros, sólo un siglo y medio antes.
El próximo fin de los recursos de la tierra, así
como la inviabilidad del crecimiento infinito, serían dos
argumentos bastante definitivos, para que, mientras tratamos de
aguantar el tipo (eso está muy bien), por lo menos nos
pongamos también a invertir en la búsqueda de un
nuevo modelo de vida, que sólo si nos viene desde arriba, se
implantará a tiempo, ya que si tenemos que esperar a que nos
venga por debajo, es muy posible que lleguemos tarde.
¿Estaríamos
ya en la buena senda respecto a este nuevo modelo, sin saberlo?
Después de esta
introducción, he de
manifestar en paralelo, que paradójicamente estamos, con
mucha probabilidad, también mirando, sin ver, el nacimiento
de numerosas alternativas al sistema dominante. Implantadas ya antes de
la crisis, como, y sobre todo, después de ella. Se trata de
organizaciones diferentes que ¡funcionan! Valientes
iniciativas asociativas, plenas de ingenio y creatividad, que van
saliendo desde todo tipo de lugares asociativos: foros, barrios,
grupos, emprendedores, familias, profesionales, academia... en un tipo
de movimientos singulares de amplio espectro productivo, que sin estar
conectados entre sí, se orientarían desde el
localismo y la transversalidad, hacia un objetivo común:
promover un nuevo modelo que aunaría humanidad con
economía, en la construcción; de un nuevo
paradigma de vida.
Estamos en pleno escenario de lo que ya podemos denominar como “La otra
Economía”, que se movería
en el ámbito del CVC (Creación de Valor
Compartido. Véase Porter) o de las ESS (Economías
Sociales y Solidarias, no confundir con Filantropía u ONGs,
ni con la RSC: Responsabilidad Social Corporativa). Movimiento
organizativo que estaría creciendo en el tejido social de
forma exponencial. Miles de personas en nuestro país
(más de 300.000 en Cataluña), 3 millones en
Francia, estarían animando un manantial productivo, como
clara alternativa a la brutalidad del sistema capitalista. Un nuevo
sistema socioeconómico de producción,
más justo, más ético y más
solidario, que pivotaría en torno a cuatro ejes
vertebradores: El interés general, el lucro limitado, la
gestión democrática, y el trabajo con sentido.
Sin buscar medallas, ni reconocimiento planetario, las
características de las nuevas iniciativas que
sustentarían esta emergente movilización
espontánea, hacia un nuevo estado de las cosas,
parecerían claras: necesidad de fomentar una economía del bien
común, al servicio de las personas, desde la
sostenibilidad y la colaboración. Una
estimulación de valores y funcionamiento de vida, en el que
la cooperación sustituye a la competencia, la generosidad a
la codicia, y la solidaridad al individualismo... Todo ello,
manteniendo un exquisito cuidado de la naturaleza. Puede parecer
“bonito”; efectivamente lo es, puede parecer
utópico; sin duda, ya no lo es.
Se trata de unas premisas,
tan innovadoras como rompedoras y
sorprendentes, que tratan de ofrecer una alternativa distinta al
sistema instaurado, en el que hemos estado viviendo las
últimas décadas. Parámetros que
están ahí, a la vista, nítidos,
claros, sustentados por personas entusiastas y orgullosas de su
iniciativa, que dejaron ya de pensar en una “bonita
utopía”, para hacerla real. Conceptos como;
economía del bien común, prosperidad sin
crecimiento, banco del tiempo, trueque, teatro de comedor,
kilómetro cero, interés general, “sin
intermediarios”, downshifting,
slow life, keep calm, laws of simplicity,
low cost,
huertos verticales, venta con sentido, crecimiento cero, vuelta a la
naturaleza, reciclaje, ahorro de energía, huertos de
proximidad, banca solidaria o distribución limitada,
serían tan sólo la punta de un iceberg en
constante formación.
Las actividades de los implicados en estas iniciativas,
circularían, sin embargo, por vías secundarias,
apareciendo de forma muy puntual y aislada en medios, sin que se
destaque su significativo peso productivo, ni se valore la singularidad
de cada uno de sus planteamientos colaborativos, quedando su incidencia
popularmente muy poco visualizada. Sus propuestas relevantes,
singulares y rompedoras, no habrían merecido la
atención de la administración, más
allá de alguna palmadita paternalista en el hombro. |
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Considerados como colectivos minoritarios de, quizás, una
relativa incidencia económica (8% del PIB en Francia), su
ruptura con el sistema clásico no parecería
llamar la atención, en línea con la propuesta que
se hacía al principio de este artículo: tratar de
buscar además de las clásicas,
“otras” vías; pero hacerlo
seriamente.Así que, cuando comprobamos que estas
vías ya
existen, pero no se reconocen apenas, lo que nos sugiere, es que,
quizás precisamente, lo que se teme es que su crecimiento
pudiera provocar el vuelco al sistema clásico. “A
priori” parece una paradoja, pero lo que está
claro es que van creciendo unas productivas y exitosas iniciativas de
mercado, que satisfacen a impulsores, trabajadores, proveedores y
usuarios o consumidores, pero que, sin embargo, no cuentan ni se
reconocen apenas en los circuitos organizativos y empresariales
habituales, ni tampoco se animan lo suficiente como para que
–demostrado ya su valor diferencial- adquieran cada vez un
mayor un peso de nuevo paradigma empresarial y de vida.
El ciudadano ignora el
poder que puede llegar a ostentar, cuando está en
mayoría.
No estamos hablando por
supuesto de revolución,
aunque sí estamos pensando, en que la indignación
sí nos llevaría en cierta manera por una senda de
“imposición”, sobre todo, cuando esa
imposición hace referencia a una estructura productiva que
funciona y da riqueza “de otra forma”. En torno a
este movimiento ciudadano, surgido de la carencia, pero
también de la creatividad, de la innovación y,
sobre todo, de la pasión por ofrecer otra forma de entender
la existencia, se aglutinaría una profunda
renovación de valores, en una forma diferente de crecer y
progresar. Estos grupos, sin tener siempre conciencia completa de su
valor, estarían sembrando las bases de lo que
podría llegar a ser una auténtica nueva forma de
afrontar la vida, y sus circunstancias.
Un desarrollo productivo y
social que, de seguir arraigando como hasta ahora, bien pudiera llegar
a conformar las bases de ese nuevo modelo de vida que el planeta
necesita, sí o sí, para sobrevivir. Su
ascensión por abajo será sin embargo tan larga
como dura y dificultosa, y si además tiene que topar con el
intento de resistencia del mismo sistema neoliberal, que tantos
réditos ha dado a unos cuantos, su limitada
expansión está garantizada y con ella la
pérdida de una oportunidad de oro, ya que mientras no se
diga o no se encuentre lo contrario, ésta es la mejor de las
posibilidades de salir del agujero en el que estamos. |
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Estamos ante algo palpable, que requiere de un significado
cambio de
comportamiento de vida, lógicamente
“algo” más próximo a lo
radical que a lo superficial, pero que, sobre todo, lo que necesita es
reconocimiento y que una gran mayoría de los Stakeholders,
se ponga en la misma onda y suscriba esta forma de vivir y de trabajar,
subiéndose a ese carro, para forzar a que el sistema les
reconozca, porque resulta que éste ya es un sistema nuevo
que funciona y mientras no exista otro, siempre será mejor
que el viejo.
Las innovaciones que estos nuevos sistemas productivos
“rentables” logran, preservando además
de forma estricta el medio ambiente, fomentando un paralelo nuevo
sistema de vida, se sustentan en parámetros tan simples y
sencillos como los que siguen: uso mínimo de la banca,
supresión de costes inútiles o superfluos,
fomento de una vida dirigida por uno mismo y no por terceros, consumo
racional y controlado no más allá de lo
imprescindible, buscando no tanto las posibilidades de compra (como las
46 variantes de pan, o los 40 tipos de aspirina), sino las mejores
oportunidades de acceso, trabajando bien, pero lo justo, sintiendo la
satisfacción que produce la cooperación y la
solidaridad, eludiendo el crearse necesidades fútiles, a la
vez que se evita acumular pagos aplazados, eludiendo letras o hipotecas
para toda la vida, viviendo bien con simplicidad y confort, pero sin
opulencias, sencillamente al día, regalándose
tiempo, desprendiéndose de lo inservible, reciclando,
restaurando y “no envidiando nunca más el coche
del vecino”. Producir de forma distinta, trabajar con
sentido, descubrir la satisfacción que produce recuperar
valores morales determina finalmente el “vivir de otra
forma”.
A este pensamiento no se llega fácilmente, pues la comodidad
y la rutina nos arrastran y lo que hoy,
“también”, espera la inmensa
mayoría, aún temerosa y confundida, es poder
”volver a beneficios” cuanto antes, sin plantearse
nada más, pues la dirección ”es cosa de
otros”, y ya se supone que lo harán bien. Craso
error, pero despertar esa conciencia atascada, requiere de
“agentes provocadores” que sepan estimular una
seria reflexión, sobre cómo re-orientar una vida
insatisfecha. Tómenselo en serio, por favor, estoy
convencido de que, específicamente desde la
Psicología, podemos y tenemos mucho que decir y hacer
aquí.
En cualquier caso, si no lo hacen unos, lo acabarán haciendo
otros. Véase sino la nueva generación de
“milenials” (hoy entre 18 y 33 años) que
en 2025 serán el 75% de la fuerza mundial de trabajo (8
millones de personas en España, 80 en EE.UU.) Ellos no
compran casas, ni coches, desconfían de los bancos,
prefieren ganar menos dinero y vivir mejor, buscan empresas alineadas
con la ESS, y se manejan en su vida a golpe de smartphones de
última generación, comprando y pagando
virtualmente, y pasando de media, más de 4 horas al
día frente a una u otra pantalla. ¿No es
éste ya por sí mismo un indicador de por
dónde van a ir los tiros? ¿Sí o
sí?
Crecer de otra forma
A pesar de haberse escrito, cientos de veces, que el
crecimiento infinito es una utopía, para el ser humano, el
crecer forma parte de su realidad como persona, por lo que explicarle
que se trata de crecer, evidentemente, pero de una forma bien diferente
a la que conocemos, requiere capacidad de escucha, requiere
demostración, y aun así la adhesión no
está garantizada. Entre tanto, el viejo sistema obsoleto se
resiste a morir, porque no hay, o no se quiere que haya, sustituto
posible alguno. Sigue pues el modelo neoliberal en el taller, tratando
de auto-repararse para seguir estimulando el “comprad,
comprad malditos ilusos”. Esta vez, sin embargo, algunos
economistas, -si-, ya nos están avisando (Tepper y Mauldin)
del mal camino que lleva una reparación, que incluso desde
la economía o por lo menos desde una parte de ella, se
considera torticera. Es posible que las voces de estos economistas,
como en su día sucedió con Rubini, tengan un
alcance limitado y el poder no permita que se les oiga más
allá de circuitos poco mediáticos, pero, por lo
menos, léanse su libro.
En consecuencia, y como “al mando” siguen estando
los mismos que contribuyeron al desastre, y los intereses creados
siguen siendo de una magnitud estremecedora (2), puede muy bien ocurrir
que las mayorías sigan adorando a este mismo sistema
neoliberal, que trata de reproducirse una vez salga de su KO
técnico, y todo vuelva a reconducirse como antes. En lo que
sí se parece estar de acuerdo, aunque se dice con la boca
pequeña para no atemorizar más al consumidor, es
que nada volverá a ser como antes. Podríamos
añadir a eso que el ser humano, aunque no siempre, ha sabido
aprender de sus errores…
De dónde
venimos y cómo hemos llegado hasta aquí
Tras la 2.ª Guerra Mundial, todos siguen a una,
la estricta consigna “del crecimiento por el
crecimiento”, dada por los vencedores. Ello nos lleva a una
espectacular prosperidad económica y social, que desemboca
en los Estados del
Bienestar. En este nuevo escenario los ciudadanos-
cubiertas sus propias necesidades de supervivencia- entran
progresivamente en una espiral hedonista, de consumo compulsivo de
bienes, servicios y productos de última
generación. Podemos entender cómo unos colectivos
magullados por la postguerra, que contribuyen en levantar su
país, ascendiendo con él, se merezcan disfrutar
un estadio de vida, que aúne placer y goce con poder de
compra y estatus. El problema está en que el escenario es un
espejismo, en el que unos reiterativos productos obsolescentes (*) que
ya no aportan satisfacción, nos llevan a una carrera que no
tiene meta y tampoco final feliz.
(*) Triunfo de la oferta
Cash converter: lugares de venta de inacabables artilugios y gadgets
nuevos, pero inútiles, extraídos de cajones y
armarios de casa.
(2) un ejemplo de
escándalo: la persistencia de los paraísos
fiscales tras siete años de crisis y un aumento exponencial
de la corrupción, la excusa; esos países se
hundirían en la miseria…
Tras casi más de 15 años de loco y salvaje
crecimiento despilfarrador, el modelo neoliberal, eufórico
tras la caída del muro en 1989, se derrumba 20
años más tarde sobre sí mismo,
alcanzando debajo a mucha gente, para devolverlos casi a todos a la
“casilla de salida”. No perdamos demasiado tiempo
buscando culpables, pongamos en cambio el mayor esfuerzo en buscar un
modelo que nos garantice, incluso más allá del
bienestar, la sobrevivencia. ¿Quizás ya
tendríamos algo parecido, sin saberlo?
Parte Segunda:
¿Psicología, con Economía…?
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Fundamentalmente la
Economía habría
considerado al ciudadano como un consumidor exclusivamente racional
(homo economicus) que toma decisiones económicas a partir de
datos objetivos, sin tener en cuenta el factor emocional, ni
sentimientos, ni pasiones (véase el dialogo de
Noé con su padre, al principio del articulo). La
Psicología Económica mantiene la tesis contraria
desde 1902, manifestando con frecuencia que este comportamiento,
aparentemente medido y determinado, podría llegar a quedar
muy influenciado por las emociones, si éstas se dieran.
Mientras la supervivencia no está asegurada, impera lo
racional, lo metódico y lo mesurado. Transcurridos los
primeros años, de la postguerra, tras sustentar
sólidamente la base de la pirámide de Maslow, las
emociones irrumpen y se desbocan para gozo y disfrute del propio actor,
quien sorprendido, pero encantado de haber logrado alcanzar una cumbre
tan placentera, no se plantea que está en el mal camino. El
sistema tampoco quiere darse cuenta del peligro de la irracionalidad,
pero la razón es diferente; nunca se pensó en que
“podría llegar el momento en el que, dejar de
echar leña a la caldera, fuese algo razonable e incluso
imprescindible”. Esta inepta negación mantiene la
huida hacia adelante en la que lo único que cuenta, es
“seguir echando leña a la caldera”, y
que la máquina siga avanzando inexorablemente, no se sabe
muy bien hacia dónde.
El binomio psicología-economía genera
extrañeza de entrada, pero tras pensarlo dos veces, la
coherencia es absoluta. Detrás de cada decisión
de compra, hay siempre un determinado comportamiento, influenciado por
multitud de variables. El nuevo concepto de
“necesidad” fija un nuevo tipo de toma de
decisiones que cierra la etapa de compra con mesura, y abre el tiempo
de la compra aspiracional. |
Se busca absurdamente “el
más y más”. Hoy, tras la crisis, la
urgencia de volver a una compra más racional: de hecho, a
una compra inteligente, controlando por tanto la impulsiva, parece ser
un objetivo que pocos animan, pero cuya lógica
sería del todo evidente, visto lo visto. La defensa y
difusión de esta postura nos compete muy directamente a los
psicólogos, tras cumplirse los postulados promulgados por
nuestros colegas del siglo pasado.
El primero de ellos, con
Gabriel Tarde con Psicología
Económica (1902). Algo más de
mediados del siglo anterior – 1963- Dittcher o Katona con su Análisis
psicológico del comportamiento económico hacia
final del siglo (1975,) con Herbert Simon y su Racionalidad limitada,
y a caballo entre un siglo y el otro, con Daniel Kahneman y
su Teoría
prospectiva, mereciendo estos dos últimos, nada
más y nada menos que, sendos Nobel de Economía,
1978 y 2002. ¿Quién iba a decir que dos
Psicólogos serían Premio Nobel de
Economía?. Estos académicos son los que ponen en
evidencia la profunda relación existente entre toma de
decisiones y emocionalidad, aspecto negado, u obviado por los grandes
gurús de la economía y de las finanzas.
Keynes, a
pesar de sustentar su teoría de la racionalidad como base de
la toma de decisiones, deja, sin embargo, un resquicio para otro tipo
de comportamiento económico que se basaría en los
instintos y en las emociones (lo que más tarde ha sido
denominado como homo consumator). Esta vía de toma de
decisiones instintiva no fue, a pesar de todo, considerada por los
postkeynesianos, y sólo se retomó por parte de
las grandes organizaciones preocupadas por seducir al consumidor y
conseguir el máximo consumo de sus productos, a partir de
sus decisiones de compra emocionales.
Ha sido, en el periodo inmediatamente anterior a la crisis, cuando la
gran prevalencia de decisiones irracionales de compra, basadas en el
impulso y la emoción, se dispara. Este proceso aplaudido por
los propios felices consumidores, es duramente criticado por
sociólogos e intelectuales, a los que casi nadie toma en
serio. (Lipovetsky
/ Bauman).
Es tan sólo
poco antes de antes de la crisis, cuando
determinadas orientaciones de la política del nuevo
presidente Barak Obama,
difundidas, a su demanda, por asesores del presidente, (Thaler y Sunstein), ponen en
el mapa La Psicología Económica y a sus
precursores iniciales y recientes. Contemplamos, pues, una emergente
explosión de lo que se conoce como Economía
conductual, que señalaría, la oportunidad
práctica, que supondría integrar los
conocimientos de la Psicología a la Economía.
Presentada, asimismo, como Neuroeconomía, la
conjunción de economía con psicología,
en planteamientos tomados desde la neurociencia, en base al tratamiento
de la inferencia del proceso cerebral que acompaña una
elección, o los engaños de la mente respecto a
presupuestos que tienen en cuenta el pensar una cosa mientras se hace
otra, constituyen unos desarrollos que otorgan una gran popularidad a
este binomio, y por ello nos pone en el campo de juego, a los
psicólogos, que, paradójicamente hasta ahora, no
estábamos contemplados en un escenario en el que las
decisiones económicas, siempre fueron finalmente, decisiones
de vida. |
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La Psicología Económica se desenvuelve hoy y por
fin más allá de la Universidad, y de
las grandes organizaciones, en el campo educativo abordando con
niños y adolescentes el sentido y valor del dinero (Denegri)
o en los escenarios financieros, para conocer la personalidad del
inversor y garantizar mejor el acierto en la inversión
recomendada, al orientarla en línea con sus actitudes y
forma de ser.
¿Despiste o
intencionalidad?
Volviendo a Keynes,
la duda que prevalece en el caso de los analistas económicos
posteriores, es si el “olvido” de la parte
“instintiva” de la teoría del maestro,
sobre la toma de decisiones, tuvo que ver con un
”desentendimiento” casual o premeditado. Uno de los
biógrafos de Keynes -Robert
Skidelski- nos dice que, aunque con excepciones, los
economistas tenderían a adecuar sus posiciones, al escenario
dominante del momento, actuando como “serviles mayordomos
intelectuales”. El señalamiento es ciertamente muy
duro. Sin embargo, parece claro que nadie intervino en frenar la
irracionalidad de las decisiones de compra, que se producen tras la
prosperidad.
A pesar de las teóricas capacidades de previsión
de los economistas y de la tecnología del siglo XXI, ninguna
alerta roja se enciende. Ni siquiera uno de los más
“cualificados” (Grespan) advierte en los circuitos
oficiales del precipicio al que llegamos. Sólo en
algún foro “secundario” de poco alcance
(Rubini) se da la alarma. En consecuencia, el modelo de salvaje
crecimiento consumista con que el que el sistema se encuentra, tras el
básico asentamiento de prosperidad social, no se frena, ni
se corta, sino que se estimula y anima, ante el previsible
pánico e impotencia que provoca la posibilidad de tener que
parar la máquina. Al contar con la connivencia de
economistas y financieros, las estructuras del poder mimadas siempre
por la banca, se dejan llevar.
Conjugar deseo con
creencia
Si las Ciencias Económicas no se hubieran
desentendido de los principios de la Psicología del
comportamiento, se hubiera podido difundir anticipadamente el riesgo
que suponía el tomar continuas decisiones
económicas, de forma emotiva e irracional. Ese es un peso
que van a tener que tratar de sobrellevar “las
autoridades”, ya que las decisiones emocionales de los
ciudadanos se llevan a cabo gracias a la desmesurada
concesión de hipotecas basura, a la exacerbación
de compras aplazadas de los comercios, a las múltiples
ofertas de bienes, más ostentosos que necesarios que no se
tenían que pagar de inmediato, y a un inepto
cálculo por no pensar más
allá…, sobre cupos y parque de vivienda (burbuja
inmobiliaria).
Estas “facilidades” son las que llevaron a una
clase media, a creerse alta y obcecarse en comprar como nuevos ricos,
hasta que la crisis los volvió a su lugar de origen, dejando
a muchos incluso por debajo de donde estaban en un principio. Los ricos
siguieron siendo tan ricos o más, los pobres siguieron tan
pobres o más, pero la clase media esencialmente se
diluyó por abajo. Respecto a la toma de decisiones basada en
la “Economía conductual”
parecería evidente que “La aplicación
de los conocimientos científicos de la Psicología
a la Economía, puede ayudar a partir de ahora a mejorar la
toma de decisiones económicas de las personas, los grupos y
las organizaciones, contribuyendo en la construcción de un
nuevo paradigma de vida.” Una economía que tuviera
en cuenta las fluctuaciones y condicionantes de la personalidad y, por
tanto, de las actitudes y de las conductas consecuentes,
podría contribuir a que las personas, los grupos y las
organizaciones, se manejasen mejor en la toma de decisiones sobre el
dinero, con consecuencia, más
“felicitarias”.
Se abriría así una nueva comprensión
de las diferentes dimensiones y alcances de conceptos como:
inversión, beneficio, expectativas, satisfacción
esperada, o sentido de los bienes adquiridos…, aspectos
estos, que transitarían altamente influenciados por una
serie de factores emocionales, intrínsecamente volubles. Si
esto no se produce, las personas, al no ser plenamente conscientes de
ello, tras la esperada recuperación de la crisis,
podrían seguir vinculando sin control, sus emociones con sus
decisiones económicas. Así que, esta vez, alguien
debería anticiparse en advertir sobre la importancia de no
despreciar la racionalidad en nuestras tomas de decisión
económica, aunque las necesidades básicas vuelvan
a quedar estar esencialmente cubiertas.
Parece pues imprescindible el otorgar una nueva atención, a
los patrones de pensamiento que influyen en las ideas y los
sentimientos de las personas, una nueva llamada de atención
que debería que debería de hacerse llegar,
además de a la ciudadanía, también a
economistas, políticos y financieros, en una
gestión colaborativa transversal. La conducta
económica debería de constituir a partir de
entonces el resultado de conjugar el deseo con la creencia. Este
podría ser uno de los principios en los que
debería de basarse la creación de un nuevo
paradigma de vida. Los profesionales de la Psicología,
insisto, tendríamos mucho que decir a este respecto.
Conclusiones
La tesis que sustenta este artículo nos indica
que, al igual que la baja atención prestada a los nuevos
sistemas de CV o ESS, la necesidad de volver a un control inteligente
de las decisiones de compra, se hallaría directamente
enfrentada al modelo de gasto “a toda costa”,en el
que sospechamos que se va a volver a dirigir, tras la
recuperación, esta vez al grito de “si no hay
consumo, no hay crecimiento”. El animar pues, de nuevo, a un
crecimiento, no racional haciendo del hiperconsumismo una estricta
regla de obligado cumplimiento, propiciará un nuevo
endeudamiento, impedirá un mínimo ahorro y
volverá a poner al ser humano, en una carrera sin meta. Esta
posición resulta poco menos que irresponsable y
garantizaría la llegada de nueva crisis, que será
mucho peor que la actual.
Tranquiliza saber que la postura de los Psicólogos
Economistas del siglo pasado se adapta al principio
deontológico de nuestra profesión:
“priorizar el bien del individuo y tratar de evitar su
sufrimiento”. En consecuencia, nuestras energías
deberían de concentrarse en fomentar la imprescindible
necesidad de un nuevo paradigma de vida que evite volver a un
más de lo mismo. Este objetivo lo podemos poner en
práctica ya mismo, desde los tres frentes de trabajo que
siguen:
- Hacia los administradores, en cuanto a animarlos a que
contemplen en profundidad las nuevas las alternativas ESS existentes,
analizando y valorando la riqueza de las múltiples nuevas
propuestas emprendedoras ya activas, que conjugan humanidad y
economía.
- Hacia los administrados, en cuanto a hacerles
partícipes de la oportunidad de optar por un cambio de vida
autogestionado, movilizándolos para que se activen hacia un
nuevo paradigma, que sólo triunfará claramente
desde la exitosa presión que, sin duda, puede ejercer sobre
el sistema, la gran mayoría.
- Hacia los propios actores del cambio, impulsores de este
nuevo paradigma, haciéndoles ver la importancia de cada uno
de sus planteamientos y la fuerza que supondría su
conexión para animar a otros a sumarse y forzar el logro de
una nueva mirada, de los que, desafortunadamente, aún siguen
llevando las riendas.
Abril 2014
Ricard Cayuela Dalmau
col. 903
Próximo
artículo “La otra economía
“(Los desarrollos del CVC y de las ESS )
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Thaler y Sunstein. Nudge. Un pequeño empujón.
Taurus, 2009.
Tepper y Mauldin. Código rojo. Deusto 2014
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