Existe un error filosófico e histórico
fundamental en la percepción que el ser humano ha construido
de sí mismo y que la mal llamada discapacidad pone en
evidencia. Esto es, la autosuficiencia no es propia de la vida humana.
La exclusión, eliminación, corrección
o normalización de las personas con diversidad funcional
resulta ser una estrategia para mantener dicha negación
intacta. Revelar esta verdad es un
escándalo que pone la vulnerabilidad y fragilidad en el
lugar de la insurrección y subvierte la misma discapacidad.
A la luz de este hecho se revelan estrategias políticas,
éticas y educativas que resultarían de la
asunción de esta afirmación. La excesiva
peligrosidad de la discapacidad se pone en juego, se saca a la luz,
resulta aquí reveladora y nos indica algunos de los caminos
posibles. A saber, la centralidad que los cuidados deberían
tomar en nuestras democracias, la politización del dolor, la
generación de redes de interdependencia, la
aceptación de nuestros cuerpos caducos como posibilidad de
relación.
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