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Desarrollo de la inteligencia emocional en niños a través de la terapia asistida por animales |
SECCION:
PsiNotes
// PUBLICAT 15/02/2016 17:21:00 |
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"El ser humano debe
permanecer en contacto con la naturaleza a lo largo de toda su vida
para poder mantener una buena salud mental" (Levinson, 1969)
La intervención asistida con animales es un campo
desconocido para muchos profesionales, aunque sus inicios son antiguos.
Muestra de ello es que podemos encontrar diferentes relatos y
documentos que se remontan a la antigüedad en los que se
refuerza la idea de que los animales son capaces de aportarnos
numerosos beneficios a nivel fisiológico,
psicológico y social. Por ejemplo, ya en la antigua Grecia
se daban paseos a caballo a las personas con enfermedades incurables
para levantar su autoestima y en China encontramos una pintura titulada
Primavera que data de 1.250 a. C. en la que se ilustra el uso del perro
como guía para personas con discapacidad visual. Sin embargo
no fue hasta mediados del siglo XVIII que los animales empiezan a verse
como un “agente socializador” cuando John Locke (1699)
filósofo y médico inglés,
sugirió que habría que dar a los niños
“un perro, una ardilla, pájaros, u
otros” animales para “promover el desarrollo de
sentimientos y de la responsabilidad” (Fine, 2006, p. 12).
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Posteriormente,
a finales del siglo XVIII, encontramos las primeras
noticias recogidas sobre el empleo de los animales como complemento de
la intervención dentro del ámbito de la salud y
se comienza a utilizar
el término “terapia”. Aunque
fue en 1953 cuando el psiquiatra Boris
Levinson,
introdujo a los animales en la práctica de la
psicología clínica
(Macauley, 2006) produciéndose un gran avance dentro de la
terapia
asistida con animales (TAA). Levinson descubrió de forma
casual los
efectos positivos de tener a su perro "Jingles" presente en las
sesiones de terapia. Un día de manera inesperada Levinson
recibió a un
paciente en su consulta mientras tenía a "Jingles", se
trataba de un
chico con grades problemas de retraimiento social. Mientras Levinson
saludaba a la madre el perro se fue con el niño y desde ese
momento se
estableció un vinculo niño-perro que le
sirvió a Levinson para ganarse
la confianza del pequeño, lo que a su entender
contribuyó
considerablemente al éxito del tratamiento. A partir de
entonces
Levinson decidió incorporar a su perro en las sesiones
comprobando una
mejora significativa en el estado mental de su paciente. La presencia
del animal ayudaba al pequeño a tranquilizarse, comunicarse
y expresar
sus emociones. Este hecho motivó a Levinson para llevar a
cabo una
amplia investigación con la que sentó las bases
de lo que hoy conocemos
como Terapia Asistida
con Perros (TAP). |
Levinson recoge toda su experiencia profesional con "Jingles"
en su libro “Psicoterapia Infantil Asistida por
Animales” (1969) donde afirma que la presencia del perro
durante las sesiones favorecía la comunicación
con los niños, especialmente con aquellos que presentaban
problemas emocionales, dificultades de
comportamiento, problemas de inhibición verbal o
mutismo, tendencias obsesivas compulsivas o autismo. Gracias
a los avances realizados por este autor, el estudio de los beneficios
asociados a las terapias asistidas por animales fue adquiriendo
importancia y comenzaron a surgir más investigaciones sobre
el tema. La mayoría de estas investigaciones demuestran
aspectos como que el contacto con los animales reduce la
presión arterial y equilibra la frecuencia cardiaca
disminuyendo los niveles de ansiedad y de estrés.
En esta línea, estudios realizados sobre
percepción infantil sostienen que existe una
percepción preferente muy temprana hacia los seres vivos
frente a objetos inanimados. Una posible explicación la
encontramos en la hipótesis de la biofilia
(atracción por la vida) formulada por el biólogo E. O. Wilson en
1984. Este autor sostiene que los animales están entre los
primeros conceptos que adquieren los niños. Los
niños tienen una predisposición innata a estar en
armonía con el mundo natural y con los animales que viven en
él, por lo que la atención del niño
tiende a dirigirse hacia los seres vivos de su entorno. La
teoría de la biofilia propone que el contacto con animales
favorece la seguridad del niño y sirve como potenciador del
mantenimiento de la atención, la codificación de
los recuerdos y la organización de los pensamientos.
Actualmente son muchos los colectivos que pueden beneficiarse de este
tipo de intervenciones donde se utiliza la figura del perro como apoyo
terapéutico:
• Necesidades educativas
especiales
• Tercera edad
• Discapacidad
física, psíquica e intelectual
• Estimulación
temprana
• Adultos y menores en riesgo de
exclusión social
En todos ellos la presencia del perro actúa como catalizador
social, facilita estados emocionales positivos, logra un aumento del
interés e implicación por parte de los usuarios y
les ayuda a mejorar el autoconcepto. Además el perro sirve
como herramienta facilitadora estableciendo un poderoso canal de
comunicación entre terapeuta y paciente, potenciando el
vínculo terapéutico.
Sin embargo es muy importante destacar las principales diferencias que
hay entre la terapia asistida con animales (TAA) y las actividades
asistidas con animales (AAA) (Delta Society, 1996)
En la Terapia Asistida
por Animales (TAA) el animal actúa como parte
integral del proceso/tratamiento. El objetivo es promover una mejora
física, social, emocional y/o cognitiva. En esta modalidad
es imprescindible la presencia de un terapeuta profesional de la salud
que lleve a cabo el registro y evaluación de las sesiones.
En cambio en las Actividades
Asistidas por Animales (AAA) el animal actúa
como una herramienta para motivar, educar y realizar diferentes
actividades de ocio. El objetivo general es mejorar la calidad de vida
de los usuarios, pero no se plantean objetivos concretos de
intervención por lo que no es preciso el registro y la
evaluación de las sesiones. En esta modalidad no es
imprescindible la presencia de ningún profesional de la
salud.
Como ya se ha comentado los animales juegan un papel muy importante en
nuestras vidas desde que somos pequeños. No sólo
cualquier niño disfruta viendo animales reales en la calle o
en el zoo, sino que los peluches y muñecos con formas de
animales han sido sus compañeros en la mayoría de
los juegos, han sido protagonistas de muchos cuentos y
películas, y hasta han formado parte de la
decoración de sus habitaciones. Los animales de
compañía son especialmente importantes en el
desarrollo social y emocional de niños y jóvenes.
Muchos niños incluyen a sus mascotas en las
“figuras” más importantes de sus vidas,
y describen el apoyo emocional que les ofrecieron sus mascotas,
especialmente en situaciones de angustia (Melson, 2003).
Por ello los distintos programas de intervención buscan
motivar y aumentar la predisposición del los
niños a participar de forma activa en las sesiones a
través de la presencia del animal. Con el perro se pueden
ensayar conceptos tales como la autoestima, el autocontrol y la
empatía. La inclusión de intervenciones asistidas
por animales pueden facilitar tanto el desarrollo y entrenamiento de
habilidades de comunicación no verbal -el contacto visual,
la expresión facial, las posturas, la distancia social y el
uso de gestos- como de habilidades lingüísticas y
paralingüísticas que incluyen aspectos relacionados
con el tono de voz, el volumen o la claridad del discurso (Spence,
2003). Todas estas habilidades se fomentan en los programas de terapia
asistida con animales, donde el animal adquiere un rol importante
promoviendo cambios cognitivos y conductuales en los participantes a
través de la observación, el modelamiento y las
asociaciones (Kruger, Trachtenberg & Serpell, 2004).
Por otra parte, conocer y entender las diferencias y similitudes entre
el ser humano y los animales es la mejor forma de promover las
habilidades emocionales desde una edad temprana. Aprendiendo que los
animales tienen sentimientos y necesidades parecidas a las nuestras
ofrecemos a los niños una base neutral para comenzar a
entender cómo influyen nuestras emociones en el
día a día y la importancia de relacionarse de una
forma adecuada.
Gracias a la conexión especial que se establece entre el ser
humano y los animales, los niños pueden aprender a
conocer e identificar sus emociones, a respetar a cualquier ser vivo, a
ponerse en la perspectiva del otro, a trabajar en equipo, entre otras
cosas.
Al contrario de lo que piensa mucha gente acerca de que los animales
ofrecen amor incondicional, la respuesta del animal muchas veces
depende de conductas verbales y no verbales, como por ejemplo el tono
de voz que se utiliza, el contacto visual, las expresiones faciales,
los gestos y la expresión emocional del individuo. Por
ejemplo en una actividad de entrenar a un perro, los niños y
jóvenes deben autorregular su comportamiento para poder
también regular el estado del animal, si están
todos nerviosos, el animal también lo estará y le
costará más aprender. La presencia del animal
durante las sesiones de terapia ayuda a regular el estado emocional y
conductual de los asistentes. Fine (2006) hace referencia a varios
ejemplos de jóvenes aprendiendo a regular sus reacciones a
través del animal. Cualquier comportamiento excesivo recibe
una respuesta inmediata del animal, sirviendo como guía al
niño para regular su conducta. Fine explica como muchos
jóvenes intentan calmarse rápidamente para poder
ofrecer al animal también un entorno relajado. La respuesta
del animal ante un determinado comportamiento también se
puede tomar como motivo de discusión sobre diferentes
emociones. En este programa el animal ayuda a motivar y consigue la
predisposición del niño a participar en todas las
actividades que lo conforman, facilitando el aprendizaje positivo.
Numerosos estudios demuestran que los animales de
compañía son importantes en el desarrollo
socio-emocional de niños y jóvenes (e.g.,
Friedmann, Katcher, Thomas, Lynch& Messent, 1983; Kruger,
Trachtenberg & Serpell, 2004; Melson, 2003). También
que la presencia de animales se muestra especialmente útil
para la intervención psico-educativa en niños con
traumas, enfermedades mentales, problemas de conducta, problemas de
aprendizaje y otras dificultades (Friesen, 2010). Incorporar el perro
de terapia como objeto transicional, puede ayudarnos a apoyar los
objetivos terapéuticos y mejorar el funcionamiento
psicosocial de los menores (Krufer & Serpell, 2006). A
través de la presencia del animal en las sesiones se busca
motivar y aumentar la predisposición del los
niños y adolescentes a participar de una forma activa en las
sesiones y ensayar conceptos como la autoestima, el autocontrol y la
empatía.
En concreto las conclusiones de diferentes estudios dentro del campo de
las terapias asistidas con animales (TAA) indican que incluir como
variable la presencia de un perro de terapia dentro del programa nos
ayudará a:
• Crear un clima de confort
favoreciendo la relajación y disminución del
estrés y de la excitación. Entre 5 y 24 minutos
después empezar a interactuar de forma positiva con un
animal (Odenaal, 2000); disminuye de forma significativa la
presión arterial y frecuencia cardiaca, aumentan los niveles
de β-endorfina, oxitocina, prolactina y dopamina; y se reducen
los niveles de cortisol (Becker & Morton, 2002; Fine, 2010;
Friedmann, Thomas, & Eddy, 2000). La presencia del perro,
produce un efecto de calma y promueve un sentido de seguridad (Fine,
2010; Gutiérrez, Granados & Piar, 2007; Walsh, 2009).
• Generar confianza y facilitar
la conexión emocional en niños especialmente en
aquellos que por haber padecido una historia familiar de negligencia
y/o abuso (físico, psicológico y/o sexual),
sienten desconfianza respecto a la figura del adulto, lo que interfiere
negativamente en cualquier intervención
terapéutica (Parish-Plass, 2008). En este ambiente de
desconfianza la presencia del perro durante las sesiones puede
ayudarnos a que el niño nos identifique como una figura
más cercana y no amenazante. Las personas que van
acompañadas por un perro son percibidas como más
amigables, simpáticas y sociales (Walsh, 2009). El perro
puede actuar como un puente que facilita la conexión entre
el terapeuta y los niños.
• El animal actúa
como catalizador de emociones (Gutiérrez, Granados y Piar,
2007; Walsh, 2009) para aquellas personas a las que les resulta
más sencillo y se sienten más cómodas
al hablar con el animal y explicar lo que les ocurre en su interior,
facilitando así la exploración de sentimientos
(Fine, 2010; Walsh, 2009)
• El perro puede servir como
tópico externo de conversación (Fine, 2010). Al
hablar sobre el animal pueden surgir diferentes reflexiones sobre temas
personales y familiares; recuerdos de la infancia y de la familia
asociados a los animales. Por ejemplo, la muerte o pérdida
de un animal puede llevar al niño hablar sobre la
separación, perdida o duelo de un ser querido.
• Fomentar la empatía
y disminuir conductas violentas hacía personas y animales.
El maltrato a los animales se desarrolla desde un contexto familiar
violento y/o por ser testigo de actos violentos hacia otras personas o
animales, hechos que algunos menores en riesgo de exclusión
social han tenido que experimentar en su núcleo familiar.
Cuando un niño es testigo de maltrato hacia animales por
parte de una figura parental es bastante probable que acabe
desarrollando el mismo comportamiento violento (Ascione, 1998). El
maltrato hacia pequeños animales, es un importante indicador
de futura violencia hacia otras personas.
Es importante destacar las ventajas que ofrece la terapia asistida con
perro frente a la terapia asistida con otros animales
también usados frecuentemente como el delfín, el
caballo, el gato o el conejo. Los perros son altamente adiestrables, su
acceso resulta relativamente sencillo por lo que la malloría
de los niños crearán un fuerte vínculo
desde las primeras intervenciones.
Actualmente muchos estudios demuestran la efectividad de las
intervenciones asistidas por perros en el ámbito de la
reestructuración cognitiva, autismo, estimulación
cognitiva, déficit intelectual, TDA/H,
estimulación temprana, etc., aunque hasta el momento resulta
difícil encontrar documentación validada por la
comunidad científica sobre los beneficios que aporta la TAP
al desarrollo emocional.
Sin embargo por todo lo dicho hasta el momento podemos intuir que la
inclusión de perros de apoyo terapéutico en las
intervenciones dirigidas al desarrollo emocional en menores puede
resultar muy beneficiosa ya que promueve el interés y la
participación de los usuarios. Según el modelo
que proponen los investigadores Salovey
y Mayer la inteligencia emocional puede concebirse como
“la habilidad para percibir con precisión, evaluar
y expresar emociones; la habilidad de acceder y/o generar sentimientos
cuando facilitan el pensamiento; la habilidad de entender la
emoción y el conocimiento emocional; y la habilidad de
regular las emociones para fomentar el crecimiento intelectual y
emocional” (Mayer & Salovey, 1997). Estás
habilidades emocionales se estructurarían en un modelo
jerárquico que va de las habilidades más
básicas, las de percepción de emociones, a las
más complejas, las de regulación emocional. En
esta línea desde el modelo de Terapia basada en Inteligencia
Emocional (TIE; Lizeretti, 2012) se propone un trabajo sistematizado
con las emociones en psicoterapia. Este trabajo puede resultar
favorecido si se incluye la TAP en el trabajo con niños
puesto que el menor tiende a identificarse y empatizar con el
co-terapeuta canino lo cual favorece la percepción e
identificación de las emociones que este muestra. Por tanto
tomar al perro como modelo identificando sus diferentes estados
emocionales puede servir para hacer percibir, valorar y reflexionar al
menor acerca del lenguaje corporal del perro y de las
personas, y sobre como él mismo y los demás
procesan y gestionan las emociones. Del mismo modo la
inclusión del perro puede ayudar a que el menor adquiera
destrezas en cuanto a la facilitación emocional ya que esta
se refiere a como las emociones entran en el sistema cognitivo y lo
influyen priorizando el pensamiento y dirigiendo la
atención. Los estados emocionales positivos que favorece el
perro promueven en los menores perspectivas optimistas y estados de
humor que facilitan diferentes puntos de vista sobre sus problemas
además de desarrollar la creatividad.
A través de la comprensión de su mundo emocional
el menor aprende a detectar las señales emocionales durante
las relaciones interpersonales y a reconocer la relación
entre palabras y emociones desde el sentimiento hasta su significado.
La elaboración de cuentos por parte del menor donde el perro
es uno de los protagonistas al que se le atribuyen sucesos que
desencadenan diferentes estados emocionales facilita el razonamiento y
la interpretación emocional, así como el
desarrollo de habilidades para comprender sentimientos complejos y
transicionar entre emociones.
La disposición del menor para modelar comportamientos y
actitudes del perro favorece el aprendizaje de habilidades para regular
sus propias emociones así como para que aprenda a regular
las de los demás. Resulta útil para este
propósito que el menor observe como el perro intente
algún ejercicio de habilidad sin poder conseguirlo para que
se dé cuenta como el perro gestiona la
frustración. Por otra parte el menor también
puede recibir instrucciones para ayudar al perro a gestionar y regular
el estado emocional que le provoca la situación
buscando a través de la interacción
perro-niño desarrollar la capacidad para minimizar las
emociones que resultan desagradables y potenciar las placenteras.
Desde esta perspectiva el GT del COPC está trabajando en la
adaptación, implementación y
evaluación de un programa TAP orientado al desarrollo de la
inteligencia emocional para menores en riesgo de exclusión
social con el objetivo de demostrar empíricamente la
efectividad de la inclusión del perro de apoyo
terapéutico. Los resultados esperados son la
obtención de mejoras significativas en las habilidades de
gestión emocional, así como el aumento de la
autoestima y la mejora de las habilidades sociales en estos menores.
Manuel Balibrea Colegiado
nº 23268
Silvia
Rodríguez Colegiada nº 11640
Nathalie P.Lizeretti
Colegiada nº 14081
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