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Parejas viables y su inteligencia emocional (1ª parte) |
SECCION:
PsiNotes
// PUBLICAT 26/05/2016 17:04:00 |
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Hablar de conyugalidad es hablar de la construcción de
espacios psicológicos comunes por parte de dos personas que
optan por compartir proyectos vitales. Es invitar al reconocimiento de
la pareja marital como un sistema, con identidad propia y que se
configura en la vivencia de la afectividad a través de
procesos de reconocimiento, negociación,
aceptación, toma de decisiones, etc. Es resaltar
su carácter específico en la ardua tarea de crear
o posibilitar un ‘nosotros’ al mismo tiempo que se
reafirman las fronteras y los límites de la individualidad.
Del mismo modo que se abre la posibilidad de la parentalidad, que
aunque se trata de un proceso distinto al de la conyugalidad,
está muy ligada a ella.
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Habitualmente, las parejas
acuden al especialista por problemas en sus
relaciones, por dificultades en la comunicación o porque
simplemente no
logran reconocerse y diferenciarse como una unidad independiente a sus
familias de origen. A partir de muchos de estos procesos
terapéuticos,
se han logrado algunas comprensiones teóricas en
ámbitos tan variados
como la psicopatología, la resolución de
conflictos, la sexualidad, el
divorcio, la infidelidad, la violencia conyugal y la
interculturalidad
(Fincham, 2004). Pero, ¿qué sabemos
acerca de aquellas parejas que por
sí solas han logrado afrontar problemas y eventos vitales
estresantes y
resolver conflictos?, ¿qué sabemos sobre sus
procesos de comunicación?
y, de manera particular, ¿qué sabemos acerca de
su inteligencia
emocional y el papel que ésta juega en su perdurabilidad y
satisfacción
como pareja conyugal?
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El presente artículo se orienta a encontrar
respuestas a estas preguntas. En este contexto, se parte del
reconocimiento de la pareja viable y perdurable como un sistema
abierto, con procesos, específicos a su sentido conyugal,
relacionados
al interjuego entre normas y hechos, a la adaptación a los
cambios
externos e internos a los que está sujeta y a la
configuración de
patrones de comunicación/interacción y mecanismos
de control
autogenerados-autorregulados, que les ha permitido preservarse
satisfactoriamente en el tiempo (Cuervo, 2009). En
definitiva, son dos
personas que deciden compartir sus espacios vitales para la
construcción de un nosotros y que en la cotidianidad
realizan los
cambios necesarios que les posibilita continuar juntos y de manera
satisfactoria.
El objetivo de este escrito es abordar el tema de las parejas
en las que se da lo que hemos denominado dinámicas sociales
ejemplarizantes, de las cuales creemos que tenemos mucho que
aprender, puesto que son ejemplo de dinámicas sociales
generadoras de bienestar y promotoras de relaciones interpersonales
–e intrapersonales- nutricias (Cuervo, 2014b; 2013a; 2013b;
2011; 2009; Prieto, Torrado y Cuervo, 2014).
Nuestro análisis, se centra en profundizar en el papel de la
Inteligencia Emocional (Salovey & Mayer, 1990; Mayer &
Salovey, 1995; 1997; Lizeretti, 2012), para comprender las
dinámicas relacionales y comunicacionales de estas
parejas que han gestionado de forma constructiva y asertiva su
cotidianidad; sin más propósito que
contribuir desde el ámbito de la inteligencia emocional a la
comprensión de la complejidad que comporta la
comunicación -asumiéndola como un proceso
relacional, contextual, histórico y social- entre los
miembros de la pareja conyugal.
En los últimos años, se ha dado en el
ámbito de la investigación de la
psicología, un mayor interés por el estudio de
parejas no-clínicas, especialmente aquellas que
llaman la atención por tratarse de matrimonios de larga
duración. Esta línea de investigación
se centra en la identificación y comprensión de
las características que consolidan la convivencia a lo largo
del ciclo vital. Las investigaciones de Illig (1977) y Zietlow
& Sillars (1988), constituyen dos estudios pioneros interesados
en las parejas mayores no-clínicas, en los que se constata
que las parejas que envejecen juntos tienden a estar felices y
satisfechos con su vida conyugal.
El psicólogo John Gottman, uno de los pioneros en este
ámbito, afirma que la forma como las parejas
satisfechas gestionan las situaciones de conflicto, se constituye desde
la validación y aceptación del punto de vista del
otro y la disposición de realizar ajustes personales con el
objetivo de solucionar el problema. Son parejas que también
han aprendido a evitar la entrada -o la permanencia cuando ya han
entrado- en situaciones generadoras de malestar emocional, lo que
decisivamente, instaura un estilo relacional más positivo y
nutricio -emocionalmente hablando-.
Otros trabajos de investigación se han centrado en la
exploración en ámbitos tan variados como: el
estudio del poder; la interacción marital como determinante
del bienestar familiar e individual; la correlación entre la
interacción marital, la satisfacción con el
matrimonio y la forma como las parejas consolidan un conjunto de
estrategias para la resolución de
conflictos a través del tiempo; y la
interrelación entre conducta interactiva,
cognición y fisiología (Gottman, 1998).
Pero nos gustaría dar un paso más allá
para adentrarnos en algunos de los principales aspectos en los que
puede contribuir la inteligencia emocional en la
comprensión de las dinámicas
relacionales/comunicacionales de las parejas que han demostrado ser
viables y perdurables en el tiempo.
La inteligencia emocional en acción.
En estas parejas, el
interés por consolidar una relación estable,
beneficiosa y que aporte al enriquecimiento mutuo, pasa por la
importancia que cada uno da a su propio estado de salud mental y
física. Se trata de personas “sanas” a
las que se les percibe con buen
estado de ánimo, con ganas de trabajar, de
compartir con los demás;
con actitudes de generosidad, de respeto y confianza; que se reconocen
co-responsables en la generación de momentos y espacios
saludables; que
muestran facilidad para manifestar sus gustos, disgustos, acuerdos y
desacuerdos. Lo que en definitiva, nos lleva a destacarlas
como
hombres y mujeres que han aprendido a estar abiertos a situaciones,
momentos y sentimientos tanto agradables como desagradables, a regular
inteligentemente sus emociones y las de los otros, y a moderar las
emociones negativas propias y ajenas y a potenciar las positivas.
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Para
estas parejas es clara la idea según la cual una cosa es
estar de
acuerdo y otra muy distinta llegar a acuerdos. En sus conversaciones se
logra identificar cómo las habilidades para la
negociación se han ido
consolidando en la cotidianidad de su historia como pareja, pasando por
el necesario ajuste de intereses y estilos personales de actuar, pensar
y sentir, al inicio del noviazgo, o las formas de afrontar las
vicisitudes propias del comienzo de un proyecto de convivencia, sea
bajo la figura del matrimonio o no; hasta el reconocimiento de asuntos
o áreas de vida en las que es difícil lograr
estar de acuerdo, pero en
donde privilegian la necesidad de llegar a acuerdos en el manejo de sus
diferencias.
Son parejas que reconocen la importancia del respeto por los espacios
individuales y los comunes, que reafirman su autonomía
personal y conyugal en el reconocimiento/
aceptación/valoración de la existencia del otro y
en donde la decisión de estar juntos es vivida como
responsabilidad y no como obligación. Reconocen,
también, el necesario equilibrio entre intimidad y vida
pública, identificando hábilmente aquellos
momentos en los que creen necesaria la apertura de sus fronteras como
sistema, como cuando la relación necesita
“oxigenarse” o como cuando simplemente su rol como
padres o hijos lo exigen, por ejemplo; y aquellos momentos en los que
es imprescindible privilegiar sus acciones, cerrando sus fronteras como
pareja, con el propósito de alimentar y preservar su
relación.
Junto con aquella característica en el reconocimiento de la
importancia de su propio estado de salud, también resaltamos
como esencial para una relación conyugal viable y
satisfactoria, a unas personas con estilos reflexivos en su ser y en su
hacer. Para estas parejas, pensar-se y conversar acerca de lo que
opinan y creen sobre sus experiencias en la cotidianidad, pasa a ser un
ritual permanente en el que evalúan, sopesan alternativas,
se cuestionan, se contradicen, se apasionan y se enriquecen a tal punto
de valorarlo como pilar de su satisfacción personal y
conyugal y garante de su perdurabilidad en el tiempo. Es a partir de
procesos reflexivos en los que los valores son puestos a
discusión, y se crean, aprenden e integran nuevas ideas de
ser pareja, nuevas maneras de afrontar y buscar solución a
las vicisitudes que en la cotidianidad se dan, y no menos importante,
se consolidan estilos de relación basados en la
co-responsabilidad, el respeto y la conciencia en que se
puede vivir bien, porque “vivir bien en pareja
también es posible”.
Por: Dr. Juan
José Cuervo-Rodríguez.
Col. 21380
Miembro del Grupo de
Trabajo en Inteligencia Emocional del COPC
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