“El recurso a los
fármacos dista de ser excepcional y es más bien
la norma cuando se produce un diagnóstico de Trastorno por
Déficit de Atención e Hiperactividad
(TDAH)”. Así lo afirma la OCU
(Organización de Consumidores y Usuarios) en
relación con un informe realizado por la misma y publicado
en su Revista
Ocu Salud, el pasado mes de junio.
El informe se basa en los resultados de una encuesta
realizada a 736 padres con
hijos de entre 6 y 17 años -135 de ellos, con
niños diagnosticados de TDAH-, con el fin de conocer su
experiencia, ahondando en diversas cuestiones relevantes, tales como la
detección, el diagnóstico y el tipo de
tratamiento recibido.
Según la Organización,
existe hoy en día una conciencia social “muy
viva y extendida”respecto a este trastorno que
conlleva a que, frecuentemente, padres con niños muy movidos
e impulsivos y con dificultades para concentrarse, sospechen
que sus hijos puedan tener TDAH. Concretamente, un 25% de los
padres encuestados afirmó haber tenido la sospecha. Tras
consultar con un profesional, al 56% se le diagnosticó un
TDAH, mientras que no se encontró ningún problema
de salud en el 33% y el 11% presentaba“otro problema
de salud diferente”.
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Sin embargo, la OCU
invita a la reflexión ante la
posibilidad planteada en algunos estudios de que “no
en todas las ocasiones se sigan con rigor los criterios para
diagnosticarlo de las guías médicas de
referencia”, pudiendo comenzar un tratamiento “sin
que en su evaluación se cumplan todos los criterios que
marca el consenso científico actual”. En
base a ello, recuerda que el diagnóstico del TDAH es
clínico y que es fruto de un estudio minucioso del historial
y evolución del paciente, así como de su
observación y examen físico, “sin
que ninguna prueba de laboratorio o neuroimagen se haya demostrado
concluyente”. El riesgo, en opinión de
la OCU, “es
que se propongan terapias basadas en anfetaminas, generosas en efectos
adversos, sin una certeza sólida de que sean
imprescindibles”.
Ante esto, aconseja proceder
con cautela y buscar segundas opiniones frente
a cualquier duda que pueda surgir. Una recomendación que
fundamenta en los datos obtenidos en su encuesta: el 52% de los padres
que recibieron el diagnóstico de TDAH pidió una
segunda opinión a otro profesional, confirmándose
de nuevo este diagnóstico únicamente en el 9% de
los casos.
Con relación al tratamiento, la
encuesta revela que el uso
de psicofármacos está muy generalizado:
El 88% ha tomado medicación para el TDAH en alguna
ocasión (en el 93% de los casos metilfenidato y en el 13%
atomoxetina). Para la OCU, el problema no reside tanto en su eficacia
como en el uso indiscriminado que puede hacerse de esta
medicación y/o en la prolongación arbitraria de
los tratamientos. De hecho, señala, “aunque no
existe la certidumbre de que este tipo de tratamiento sea eficaz a
largo plazo y mejore los parámetros de funcionamiento
social, escolar y familiar pasados los tres años desde el
inicio de su consumo”, más
del 50% de los pacientes excede ese plazo.
Un dato a su juicio preocupante, entre otros
motivos, porque “fármacos
como el metilfenidato se
acompañan a menudo de efectos adversos”.
Así, si bien 9 de cada 10 padres reconoce que estos
tratamientos han mejorado el comportamiento de sus hijos,
también ponen de relieve una serie de efectos
perjudiciales que aparecen con frecuencia: más de
la mitad de niños presentaron pérdida de peso y
apetito, el 34% insomnio, uno de cada tres el llamado “efecto
zombi” (más seriedad, retraimiento y falta de
espontaneidad de lo habitual) y más del 20% dolores de
cabeza o comportamientos ansiosos o agresivos.
A este respecto, y dejando en claro la falta
de intención de anatematizar el empleo de
psicofármacos, la OCU advierte de losriesgos de su
abuso o uso injustificado, “a
menudo sin acompañamiento de ningún tipo de
psicoterapia y más allá de lo que respalda la
evidencia”.
En esta línea, si atendemos a las Guías
de Práctica Clínica para el TDAH del Instituto
Nacional de Salud y Excelencia Clínica (NICE) de Reino Unido,
entre sus recomendaciones basadas en la evidencia
científica, se aconseja la intervención
psicosocial frente a la farmacológica, como tratamiento de
primera línea en niños y adolescentes. No
obstante, los datos que se desprenden de la encuesta muestran que sólo
en el 32% de los casos se han implementado otros métodos
terapéuticos diferentes:
el 24% un tratamiento psicológico, el 25%
psicopedagógico y en el 19% se ha seguido un entrenamiento
para padres.
Los autores del informe reparan en que, a
pesar de que más del 90% de los padres reconoce la utilidad
de que sus hijos “recibieran
instrucción para afrontar problemas de aprendizaje o
adquirir habilidades sociales, y también que ellos
aprendieran cómo apoyarles”, la
respuesta prevaleciente entre los encuestados sigue siendo la
más fácil y accesible: “sólo
y exclusivamente pastillas”.
Por otro lado, la OCU recuerda que, tanto en
el diagnóstico como en el tratamiento, la
escuela del niño juega un papel relevante, empero,
a tenor de los padres “no
siempre es el más lucido”: el 39% se
manifiesta muy insatisfecho con la ayuda prestada en la fase del
diagnóstico y un tercio muy descontento con la
coordinación entre el centro y los profesionales de la
salud. Por ende, un 53% reprueba la poca colaboración una
vez establecido el diagnóstico de TDAH, y el 16% ha llegado
a cambiar a su hijo de colegio con la intención de que esta
fuese mejor. Una contrariedad añadida a las muchas
incertidumbres expresadas por los padres, es la ausencia de
adaptaciones y medidas especiales en el aula.
Fuente:
OCU
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