EQUILIBRIOS

 

La emergencia sanitaria derivada de la pandemia del COVID19 nos está llevando a un escenario desconocido que altera nuestra manera de vivir y de relacionarnos y exige decisiones difíciles y necesariamente rápidas que muchas veces no permiten un tiempo de reflexión.

Y precisamente esta premura evidencia algunos desequilibrios si queremos minimizar las consecuencias que está teniendo y tendrá a muchos niveles.

Sin duda una de las graves consecuencias se reflejará en la economía. Muchas familias sufrirán inestabilidad laboral, dificultades económicas y precariedad lo que supone una fuente añadida de preocupación y malestar. Por ello creemos que el gobierno debe hacer un esfuerzo para evitar dicho sufrimiento.

Recientemente ha finalizado la limitación de la actividad laboral a los servicios esenciales. Sin entrar a valorar si es adecuada la decisión, sorprende que se permita ir a trabajar, pero no se permita despedirse de un ser querido limitando a tres familiares la asistencia a ceremonias o sepelios de un ser querido.

¿Qué coste psicológico o emocional tiene esta medida?

Cuando las prioridades de la sociedad actual están tan polarizadas requiere de una profunda reflexión para construir el equilibrio olvidado entre lo económico, lo biológico, lo psicológico y lo social.

No tenemos ningún precedente que nos pueda guiar sobre qué reacciones vamos a observar (a nivel político, económico y social) y se nos escapa de las manos saber qué demandas van a aparecer a nivel psicológico, derivadas de esta situación. Sin embargo, a día de hoy sí se puede actuar para acomodar un contexto más adaptado al bienestar psicológico y emocional de las personas.

Como profesionales del acompañamiento en el duelo, estamos atentas y atentos a cómo se gestionan los casos de defunciones y qué políticas se están aplicando de cara a los familiares. El duelo por la muerte de un ser querido supone un proceso emocionalmente muy intenso que genera dolor y muchos cambios psicológicos. Bien sabemos que, si no se dan unas condiciones adecuadas, este duelo puede complicarse y, a largo plazo, promover enfermedades (tanto biológicas como psicológicas) más graves.

Por ejemplo, si ya no se ha podido acompañar de forma presencial el proceso de final de vida, la ausencia de funeral o ceremonia posterior puede ser vivida con mayor dificultad.

A causa de la situación que vivimos, hay dos factores que no facilitan el inicio y transcurso del duelo: la imposibilidad de hacer una ceremonia de despedida tal y como las conocemos hasta ahora y la situación de confinamiento de personas y familias. Estos dos factores dificultan el rito funerario y el apoyo de la comunidad. Es importante tener en cuenta que la función del rito funerario es nada menos que la socialización de la pérdida, es decir la posibilidad de recibir consuelo y muestras de apoyo de familiares y amigos.

Si bien es verdad que parte de estas dificultades en algunas situaciones se pueden tratar de solventar, no debemos olvidar a todas aquellas personas que quedan fuera de éstas alternativas por falta de conocimiento de tecnologías o, entre otros motivos, por falta de recursos.

La prohibición de asistir al funeral en caso de fallecimiento por Covid19 y la limitación de la asistencia a tres familiares en otros casos, exige plantearnos momentos alternativos para llorar a nuestros seres queridos y elaborar nuestras pérdidas, momento de “duelo colectivo” necesariamente a distancia, pero definidos.

Nos preguntamos, ¿es realmente necesaria esta prohibición? ¿Cuál es el criterio para reducirlo a tres personas? ¿Qué pasa cuando los miembros principales de la familia son más de tres?

Resulta indudable atender al bienestar físico (biológico) de la población, sin embargo, la salud de las personas no se limita a ello. Las consecuencias psicológicas pueden manifestarse más allá del fin del confinamiento y pueden comprometer duramente a la salud pública. Si se quiere un futuro mejor, si realmente hay voluntad de aprender ante esta crisis, es el momento de plantear como medida principal una sanidad pública de calidad, entendiendo la sanidad pública de forma integral, es decir la salud en sus dos vertientes, física y psicológica. Sin este enfoque sería muy cuestionable ya que quedaría evidenciado que se ignora una parte sumamente importante: la emocional.

Ha quedado suficientemente evidenciado en esta crisis la falta de profesionales y la necesidad de atención psicológica en nuestro sistema público de salud.

Es por ello por lo que, como psicólogos, queremos generar reflexión con el objetivo de que las medidas adoptadas por el gobierno y las instituciones contemplen dicho equilibrio. Entendemos que actualmente hay muchos ámbitos donde se tiene que actuar para el bien de la población y reiteramos que no podemos dejar de lado la salud de las personas más allá de las demandas biológicas y económicas, puesto que a largo plazo las consecuencias psicológicas pueden ser muy devastadoras.

 

Documento elaborado por los siguientes miembros del GT Dol i Pèrdues del COPC

Beatriz de Balanzó
Annalaura Cardella
Yolanda Domenech
Begoña Elizalde, coordinadora
Esther García
Marta Marsenyach
Maria del Mar Serra

En representación de todos los miembros del GT Dol i Pèrdues del COPC
22 de abril de 2020