“Tu miedo me resuena”

 

Autoras: Carmen Aranda, Aina Codina, Marta Fernández Armengot, Alba Fontcuberta, Margot Fusté y Laura Molet

Grupo de Trabajo Psicoterapia Relacional del COPC

 

 

“El miedo me paraliza”

“Sin rutinas estoy perdida”

“¿Es el apocalipsis?”

 

Este escrito gira en torno a la idea de aportar luz y claridad en momentos de caos y oscuridad. La pandemia creada por el coronavirus ha suscitado, entre otras emociones intensas, un estado de miedo generalizado sin precedentes.

Desde el Grupo de Trabajo de Psicoterapia Relacional del COPC hemos querido escribir, motivadas por un interés como personas, y también como profesionales de la salud mental, para reflexionar sobre este estado de alerta y dolor haciendo, un acompañamiento escrito y virtual con el objetivo de plantear ideas, analizar, comprender y ayudar a gestionar aquellas emociones que generan malestar y sufrimiento.

Antes del inicio de la pandemia por el coronavirus vivíamos en una sociedad acelerada, donde todo cambiaba muy deprisa, casi podríamos decir que íbamos corriendo por la vida en lugar de vivirla. Con un modelo social que empujaba a vivir enfocados a positivizar todo aquello que nos pasaba bajo el paradigma del “ser feliz” y con tendencia a evitar y/o conectar poco con aquellas emociones que podían generar algún tipo de malestar, y que con esta pandemia han aparecido de forma abrupta e inesperada.

Actualmente nos encontramos con una sociedad en cuarentena, donde la temporalidad ha cambiado “el trauma rompe el hilo de la temporalidad” (Stolorow, 2007) y la incertidumbre ha ocupado un papel esencial: personas aisladas y confinadas en sus casas, empresas paradas, personas contagiadas y miles de personas fallecidas.

Esta circunstancia ha generado caos en nuestro sistema sanitario; sobretodo al inicio, cuando faltaba material, manos e información. Se han vivido situaciones que podríamos describir como traumáticas en esta carrera a contra-reloj dificultando la adaptación a las necesidades del momento.

El miedo al aislamiento y a la soledad está en tensión con el terror a contagiarse. La fantasía de tener el cuerpo invadido por algo que crece dentro nuestro y que es mortalmente destructivo evoca todas las memorias, conscientes e inconscientes, de invasiones tempranas implícitas, que también son devastadoras. (Orange, D. 2018).

Personas hospitalizadas en una situación de aislamiento y soledad, donde el apoyo de los familiares ha sido de forma virtual generando en ellos sentimientos de impotencia, confusión, rabia, tristeza e incluso de desesperación, que quedaran como huellas grabadas en las historia de cada uno. Para las personas que sufren, el compartir lo que sienten muchas veces queda quebrado, por temor a desbordarse, o con la intención de proteger a los suyos de su dolor. En los casos de fallecimiento, los rituales de duelo y despedida quedan en standby incrementando el dolor y sin la calidez humana y el acompañamiento de las personas queridas.

Esta pandemia nos pone de manifiesto que no todo lo podemos resolver como parecía que lo hacíamos hasta ahora y que no todo lo que sucede lo podemos controlar. Nos hemos encontrado frente a un virus que ataca indiscriminadamente a personas de cualquier raza, rango social, religión o cultura, que no distingue ricos de pobres, hombres de mujeres, y sobretodo que afecta y puede causar la muerte a los más frágiles: a las personas de la tercera edad y a personas con enfermedades previas.

La enfermedad y la muerte han tomado un protagonismo inesperado, y muchas personas que no habían conectado antes con su propia vulnerabilidad, han tomado conciencia de una forma abrupta y se han desestabilizado poniendo en riesgo su organización psíquica.

Como psicoterapeutas, uno de los objetivos principales que tenemos es la construcción de un hogar relacional, donde se puedan acoger los sentimientos dolorosos que puede provocar una situación cargada de incertidumbre, validarlos para así poder metabolizarlos y poco a poco transformarlos.

Ofrecemos un espacio dedicado a la contención y comprensión de los estados afectivos y emocionales de nuestros pacientes. Estamos más familiarizados con todas estas emociones porque desde nuestra perspectiva relacional entendemos que el trabajo personal del psicólogo/a es fundamental.

Conocernos bien supone haber desarrollado nuestra subjetividad, tener un self cohesionado, y discriminar nuestras emociones de las del paciente, actuando como cajas de resonancia y sin riesgo de confusión, utilizando como herramienta el análisis de la contratransferencia.

La intensidad emocional con la que se ha presentado esta situación ha hecho que el miedo nos resuene, a cada profesional en un grado e intensidad distinto haciéndose evidente nuestra vulnerabilidad. Estamos ante un miedo diferente, porque no se trata de un miedo imaginado por nuestros pacientes, sino también de nuestro propio miedo, un miedo compartido, colectivo y social. Todos estamos inmersos en un estado de angustia y sufrimiento y, nuestra tarea como profesionales, consiste, entre otras cosas, en sostener y transformar este miedo en un estado más útil que nos permita luchar contra este peligro. Para poder hacerlo tendremos que dar lugar a la propia escucha, al cuidado propio y de las relaciones que nos nutren e ir buscando la dosis justa para poder acompañar al otro y a la vez sostenernos a nosotros/as mismos.

Los espacios para compartir entre colegas se han convertido en puntos clave de encuentro y elaboración de nuestro mundo interno. No nos avergonzamos de reconocer y admitir que hemos sentido miedo. La vergüenza es una emoción que puede paralizar e invadir nuestro estado interno si no la identificamos y registramos. Atravesarla y poder pensar y hablar de ella sin sonrojarnos por haberla sentido nos ayuda a poder acompañarla de una manera más auténtica.

El miedo es un afecto primario que se va transformando a medida que crecemos, gracias al intercambio relacional cuidadora-hija/o en sintonía y con conexión emocional. Pero al tratarse de una emoción incómoda intentamos escaparnos, evitándolo o negándolo, pero ahora estamos aprendiendo a convivir con él. Para este aprendizaje es útil contar con recursos relacionales: La comunidad, por ejemplo, nos acompaña y nos hace sentir menos solos ante el miedo, he aquí la importancia de las relaciones para poder afrontar y regular las situaciones adversas que vivimos.

No hay que olvidar que la distancia social significa distancia física, no distancia emocional. Es necesario no aislarnos ni desconectarnos de nosotros mismos ni entre nosotros (Forum IARPP 2020). Somos seres relacionales, sociales. Desde bebés aprendemos a regular nuestras emociones a través de las relaciones con nuestras figuras parentales. La capacidad de experimentar plenamente nuestros propios sentimientos, especialmente si son dolorosos, aumenta enormemente cuando somos capaces de hacerlo junto a otra persona que nos apoya, se pone en nuestro lugar, y está emocionalmente presente (Fosha, 2001). En momentos como los que estamos viviendo de pánico social-global colectivo es necesario, más que nunca, no perder esta conexión emocional y relacional. Que va mucho más allá de la conexión WI FI. Si no nos sentimos conectados nuestra mente se coloca en un estado defensivo y puede ir disociándose.

Entendemos que existe en la memoria implícita-procedimental un modelo operativo interno del apego (Bowlby, J. 1969) que codifica estrategias de regulación afectiva que nos guían de forma inconsciente en nuestro día a día. Es por ello, que cada uno de nosotros hemos tenido nuestra forma particular de reaccionar ante esta misma realidad que nos ha afectado y esta forma de reaccionar no ha sido aleatoria. Los modelos operativos internos incluyen memorias procedimentales que organizan el núcleo del self y su grado relativo de vulnerabilidad ante la desestabilización.

Todos somos vulnerables a la experiencia de tener que hacer frente a algo que es más de lo que nuestra mente puede procesar en un momento determinado. Las diferencias entre las personas acerca de cuánto es insoportable, pueden estar relacionadas con aquellas experiencias de déficit emocional temprano y con experiencias no resueltas vividas posteriormente que se reactualizan en el presente. El concepto de qué es soportable o insoportable es subjetivo.

Los estudios filogenéticos han demostrado que a nivel evolutivo es necesaria la solidaridad colectiva para sobrevivir “Somos una especie ultra cooperativa y ultra social” (Cortina, M 2018). Quedarse en casa confinados puede ser un buen momento para aumentar el grado de comunicación con los miembros de la familia ya sea de forma presencial o virtual. Puede ser una buena oportunidad para fortalecer vínculos que habían estado abandonados, rotos o, simplemente, dejados en un segundo plano por el ritmo de vida acelerado en el que estábamos inmersos. Una oportunidad de cambio en la mirada hacia los seres queridos: una mirada apreciativa sin prejuicios dirigida a reconocer en el otro sus recursos y virtudes.

No nos vamos a rendir nunca al miedo ni al terror que genera esta pandemia. Del dolor se sale. De la barbarie se sale, con coraje y con fuerza (Molet 2018). Y una vez salgamos, constataremos que las personas somos seres resilientes y que tenemos la capacidad para recuperar una “nueva normalidad” después de haber estado expuestos durante mucho tiempo a una situación potencial de desregulación inducida por esta pandemia.

Hay que ser muy valiente para vivir con miedo; para aceptar nuestra vulnerabilidad existencial hace falta mucho valor.

 

BIBLIOGRAFIA:

- Bromberg Philip M (2011) “La Sombra del Tsunami y el Desarrollo de la Mente Relacional”.

-  Bowlby, J. (1969) “Attachement and loss. Vol.1: Attachment. New York: Basi Books.

- Coderch, Joan (2010) La práctica en la psicoterapia relacional. El modelo interactivo en el campo del psicoanálisis. Ed Ágora relacional (Colección pensamiento relacional).

-  Cortina, M (2018) “El psicoanálisis relacional y la teoría del apego”. Jornadas IARPP-E. Sevilla.

-  Dana, D (2018) “La teoría polivagal en terapia. Cómo unirse al ritmo de la regulación”. Madrid: Eleftheria.

-   Fonagy, (2001) “Teoría del apego y psicoanálisis”. Barcelona. Ed Espaxs

-   Forum IARPP Internacional “A shared fear. Coronavirus”.

-  Fosha, D (2001) “The transforming power of affect: A model of accelerate change”. New York: Basic Books.

-   Molet, L (2018) “El dolor es sordo”. Berlin. Editorial Académica española.

-  Orange, D (2018) Prólogo del libro:”El dolor es sordo “, L. Molet

-  Stolorow, R (2007) “Trauma and human existence”.

-   Wallin, D (2012) “El apego en psicoterapia”. Bilbao. Desclée de Brower.